Todos me dicen que no pienso en el interés de nadie que no sea yo misma y eso no es cierto pero cada vez que quiero demostrarles con hechos que también me interesan los demás, algo me sucede para que terminen confirmando lo que yo quisiera que se saquen de la cabeza. Es como una maldición que tengo.
Criada como católica, bautizada, pero amigada con mi padre que es ateo, ahora soy eso que dice acá: yoista. Me parece que los que creemos en algún dios, ese dios somos nosotros mismos.
Sin uds no soy nadie pero cuando me siento sano y fuerte, ahí no puedo evitar ponerme bien yoísta. Después, cuando algún problema me ocurre y tengo que volver a la manada, ahí dejo de serlo para ser solidario mientras demora mi refortelecimiento.
Una vez el primer ser humano no tenía hambre a la hora de la cena. Eso hizo que no tuviera que salir a cazar. Todo el instinto que usaba para no ser cazado y para conseguir algo para comer, quedó al servicio de pensamientos sin un objetivo concreto y ahí empezó a filosofar: ¿qué hago aquí? ¿quién soy? ¿para qué vine? Entonces surgió en su cabeza el yoísmo y el deísmo. Estaba en esta primera dicotomía cuando felizmente le vino hambre e interrumpió tan nociva actividad.
9 comentarios:
Puedo jugar yo también que tomo yogur y me llamo Yolanda? ja-ja
Mi padre debe ser un yogui cinturón negro porque ¡qué aguante tiene con mi madre!
¿Donde apoyo el yoyo tuyo yonatan?
Cuidado con los que se dejaron convencer por Pancho Ibañez y se la pasan tomando Actimel! Es pura joda!
A quienes lean esto de otros países, sepan que en Argentina también habemos personas que no nos creemos Dios.
Todos me dicen que no pienso en el interés de nadie que no sea yo misma y eso no es cierto pero cada vez que quiero demostrarles con hechos que también me interesan los demás, algo me sucede para que terminen confirmando lo que yo quisiera que se saquen de la cabeza. Es como una maldición que tengo.
Criada como católica, bautizada, pero amigada con mi padre que es ateo, ahora soy eso que dice acá: yoista. Me parece que los que creemos en algún dios, ese dios somos nosotros mismos.
Sin uds no soy nadie pero cuando me siento sano y fuerte, ahí no puedo evitar ponerme bien yoísta. Después, cuando algún problema me ocurre y tengo que volver a la manada, ahí dejo de serlo para ser solidario mientras demora mi refortelecimiento.
Una vez el primer ser humano no tenía hambre a la hora de la cena. Eso hizo que no tuviera que salir a cazar. Todo el instinto que usaba para no ser cazado y para conseguir algo para comer, quedó al servicio de pensamientos sin un objetivo concreto y ahí empezó a filosofar: ¿qué hago aquí? ¿quién soy? ¿para qué vine? Entonces surgió en su cabeza el yoísmo y el deísmo. Estaba en esta primera dicotomía cuando felizmente le vino hambre e interrumpió tan nociva actividad.
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