No puedo cambiar la imagen: Un viejo con mucho dinero, casado, con hijos, nietos y bisnietos, se aprovecha de la actitud servicial que le obligan a tener a una vendedora que fue contratada porque tiene belleza física y además debe usar un uniforme sexy. No puedo ver otra escena. ¿Existe alguna otra posibilidad?
Tengo una representación diferente del diálogo. El señor en realidad es un Monseñor y el supuesto vendedor es un joven de buena presencia que despierta la clásica pedofilia de la curia más encumbrada. Como se imagina que nadie lo escucha y que si llegaran a denunciarlo nadie creería los dichos de un adolescente contra un Monseñor, hace la propuesta que ya le ha dado resultado en otras conquista de ese tipo.
Comento que el joven accede a la invitación del reverendo pero luego no concurre a la cita porque se asusta, no tanto de su tentación homosexual (propia de su edad) sino de haber estado confesándose con gente que dice una cosa pero luego hace otra.
Rafaella, sos una degenerada, tenés la cabeza corrupta. No podés decir las barbaridades que decís. Lo más probable es que ni siquiera te llames así. Cómo se te ocurre traer a colación el tema de la pedofilia de la curia justo cuando el Vaticano aisló nuevos pecados y omitió sin querer el trato sexual con personas que no tienen madurez para consentir.
Muy pésimo lo tuyo. Deberías hacer otro comentario pidiendo perdón por haber sido omisa.
Siempre hablando en términos lacanianos (porque de eso se tratan estos blogs, ¿no?), el punto neurálgico de este diálogo significante está (aunque los adherentes a las demás lecturas de Freud no lo crean), en la palabra "cosita".
"Cosita" es una palabra que es como un comodín. Permite con los deseos de practicamente cualquier lector le asignen un valor propio y que personalice el diálogo según lo que para él sea una "cosita" ofrecida a un señor (la mención al Nombre del Padre es obvia), y luego tenemos la respuesta que se da el propio lector influido sin lugar a dudas por su Edipo.
¡Qué poca fantasía hay en la gente que agrega comentarios! ¡Me dan lástima! Todos hacen aportes realistas, concretos, parecen un periódico. En realidad se trata de un diálogo entre un gordo glotón y la vidriera de las confituras que él va metiendo primorosamente en la canastita del autoservice. Cuando el gordito se queda petrificado ante una confitura nueva, que nunca había visto, pero que le parece exquisita, ésta le pregunta si va a llevarla o no y él, como es natural en su personalidad, le pregunta si puede llevársela al mismo tiempo que con la pinza la toma delicadamente, como es él con todo lo que sea comida rica.
Yo quiero ser la vendedora, no me importa el uniforme que me obliguen a usar ni la actitud servicial que tenga que poner. Sin dudas, si la vendedora es deseable quiero ser la vendedora...pero soy vieja y me estoy muriendo (¿es cierto que ese es el final de un poema de Borges? no me parece, es muy malo para ser de Borges)
La gente anda con la cabeza podrida. La verdad (se los digo para que no sigan haciéndose el bocho)es que era un día muy lluvioso. Un hombre de mediana edad pasó por una estación de servicio a cargar combustible y cuando entregó la propina el muchacho que lo había atendido con mucha gentileza le comentó que no sabía si alegrarse por terminar su turno, dada la lluvia torrencial que estaba cayendo y prometía ser larga. El hombre de mediana edad y aspecto agradable le dijo que si no vivía muy lejos y no lo tomaba a mal, le hacía la gauchada y lo arrimaba hasta su casa. Pero claro, los gauchos, las gauchadas son cosas que se han perdido, en cualquier momento hasta sin peones nos quedamos.
Lamento irritarlos, pero la verdad es así y no queda otra que aceptarla. Un viejo agrio va a la panadería y es atendido de manera cortés por una señora obesa. El viejo para liberar su agridés opresora le dijo sarcásticamente "cosita" y no quedó lugar a dudas porque luego emitió una sonora carcajada. A la señora obesa se le piantó un lagrimón sobre el pan dulce (el que estaba ahí en la vitrina me refiero) y la jefa que observó la situación desde la caja aprovechó para amonestarla, porque se la tenía jurada desde hace tiempo.
11 comentarios:
Soy mujer y no me gusta entrar a un blogger a esta hora de la noche y encontrarme con esa guarangada que no está dirigida a mí.
No te enoje egoísta, seguramente habemos muchos guarangos que podamos dirigirnos a ti.
No puedo cambiar la imagen: Un viejo con mucho dinero, casado, con hijos, nietos y bisnietos, se aprovecha de la actitud servicial que le obligan a tener a una vendedora que fue contratada porque tiene belleza física y además debe usar un uniforme sexy. No puedo ver otra escena. ¿Existe alguna otra posibilidad?
Tengo una representación diferente del diálogo. El señor en realidad es un Monseñor y el supuesto vendedor es un joven de buena presencia que despierta la clásica pedofilia de la curia más encumbrada. Como se imagina que nadie lo escucha y que si llegaran a denunciarlo nadie creería los dichos de un adolescente contra un Monseñor, hace la propuesta que ya le ha dado resultado en otras conquista de ese tipo.
Comento que el joven accede a la invitación del reverendo pero luego no concurre a la cita porque se asusta, no tanto de su tentación homosexual (propia de su edad) sino de haber estado confesándose con gente que dice una cosa pero luego hace otra.
Rafaella, sos una degenerada, tenés la cabeza corrupta. No podés decir las barbaridades que decís. Lo más probable es que ni siquiera te llames así. Cómo se te ocurre traer a colación el tema de la pedofilia de la curia justo cuando el Vaticano aisló nuevos pecados y omitió sin querer el trato sexual con personas que no tienen madurez para consentir.
Muy pésimo lo tuyo. Deberías hacer otro comentario pidiendo perdón por haber sido omisa.
Siempre hablando en términos lacanianos (porque de eso se tratan estos blogs, ¿no?), el punto neurálgico de este diálogo significante está (aunque los adherentes a las demás lecturas de Freud no lo crean), en la palabra "cosita".
"Cosita" es una palabra que es como un comodín. Permite con los deseos de practicamente cualquier lector le asignen un valor propio y que personalice el diálogo según lo que para él sea una "cosita" ofrecida a un señor (la mención al Nombre del Padre es obvia), y luego tenemos la respuesta que se da el propio lector influido sin lugar a dudas por su Edipo.
¡Qué poca fantasía hay en la gente que agrega comentarios! ¡Me dan lástima! Todos hacen aportes realistas, concretos, parecen un periódico. En realidad se trata de un diálogo entre un gordo glotón y la vidriera de las confituras que él va metiendo primorosamente en la canastita del autoservice. Cuando el gordito se queda petrificado ante una confitura nueva, que nunca había visto, pero que le parece exquisita, ésta le pregunta si va a llevarla o no y él, como es natural en su personalidad, le pregunta si puede llevársela al mismo tiempo que con la pinza la toma delicadamente, como es él con todo lo que sea comida rica.
Yo quiero ser la vendedora, no me importa el uniforme que me obliguen a usar ni la actitud servicial que tenga que poner. Sin dudas, si la vendedora es deseable quiero ser la vendedora...pero soy vieja y me estoy muriendo (¿es cierto que ese es el final de un poema de Borges? no me parece, es muy malo para ser de Borges)
TUGOÍSTA: TE AMO.
La gente anda con la cabeza podrida. La verdad (se los digo para que no sigan haciéndose el bocho)es que era un día muy lluvioso. Un hombre de mediana edad pasó por una estación de servicio a cargar combustible y cuando entregó la propina el muchacho que lo había atendido con mucha gentileza le comentó que no sabía si alegrarse por terminar su turno, dada la lluvia torrencial que estaba cayendo y prometía ser larga. El hombre de mediana edad y aspecto agradable le dijo que si no vivía muy lejos y no lo tomaba a mal, le hacía la gauchada y lo arrimaba hasta su casa.
Pero claro, los gauchos, las gauchadas son cosas que se han perdido, en cualquier momento hasta sin peones nos quedamos.
Lamento irritarlos, pero la verdad es así y no queda otra que aceptarla. Un viejo agrio va a la panadería y es atendido de manera cortés por una señora obesa. El viejo para liberar su agridés opresora le dijo sarcásticamente "cosita" y no quedó lugar a dudas porque luego emitió una sonora carcajada. A la señora obesa se le piantó un lagrimón sobre el pan dulce (el que estaba ahí en la vitrina me refiero) y la jefa que observó la situación desde la caja aprovechó para amonestarla, porque se la tenía jurada desde hace tiempo.
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