jueves, 27 de marzo de 2008

Significante Nº 41

¡Mi reino por un bidé!

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Si por algo no viajo a los EEUU es precisamente por eso. Aunque no se pueda creer.

Anónimo dijo...

Cuando tuve el gusto de conocer un bidé, lo recuerdo perfectamente porque ningún juguete me atrajo tanto, fue en la casa de gente que mis padres a penas conocían y el baño quedo a la miseria, empezando por el techo. La única manera de resarcirlos por los daños fue regañarme delante de las víctimas lo cual no me hizo ninguna gracias a mis cortos 3 ó 4 añitos. ¡Pero qué linda fuente es un bidé!

Anónimo dijo...

El bidé es un problema adictivo y voy explicarles por qué. Durante un par de décadas estuve bañándome con estricto jabón. Un buen día, poseído por ese tipo de rebeldía insaciable que puede coparnos, me dije: ¡Basta de jabón! Me bañaré sólo con agua. Estaba esperando que mi madre y mi abuela saltaran como un resorte a los dos o tres días de haber ingresado en la higiene hídrica, pero no: Estuve un años así, ¡y nada! no se dieron cuenta. Conclusión: el bidé es una adicción. Si uno empieza a no usarlo, a no usarlo, a no usarlo, cuando quiere acordar deja el bidé, deja el cigarro, deja el café, deja la cocaína, deja el sexo ¡cualquier vicio deja!

Anónimo dijo...

El bidé no es un vicio, te acostumbrás a no usarlo pero lo extrañás, como extrañás tu cama después de 15 días de camping, por más maravilloso que haya sido.

Anónimo dijo...

Lo que dijo me hizo acordar a lo que describen en los libros, las chanchadas de los palacios, por eso los hacían tan grandes. No entiendo porqué no gastaron esa energía en poner baños.