martes, 29 de abril de 2008

Significante Nº 67

Es tan divino/a que hasta sus maldades parecen de terciopelo.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Ella me hace daño y no puedo dejar de adorarla. Me duele su agresividad porque siempre me dice verdades que no soporto. Me quita el sueño todo lo que no me cuenta de lo que hace las miles de horas que está fuera de mi contacto visual. No me animo a cambiarla por la pasta base.

Anónimo dijo...

He leído y visto muchas novelas en las que él es marino, viajero, presidiario y donde los reencuentros son brutales, adictivos y fugaces. Quisiera a un hombre así. Me cuesta mucho que el hombre que elegí (¿conseguí? ¿me consiguieron?) trabaje en la casa, que todo lo arregle por teléfono, que no se va nunca. Su presencia me causa conjuntivitis. Nunca grita. Todas sus palabras son aterciopeladas. Necesito un hombre abrasivo y abrazante. Que me lije, que me deje marcas, que haga doler mi cuerpo para ver si lo tengo o no lo tengo.

Anónimo dijo...

No lo entiendo, no lo entiendo, no lo entiendo y cada vez estoy más enamorada, dependiente, esclava, sumisa, entregada, claudicante, perdida, alienada.

No solamente él logra estas cosas insoportablemente divinas conmigo sino que además logra ponerme en un estado que mantiene a mi madre interesada por mí por primera vez en la vida. Nunca se interesó en mí pero este desgraciado la está derribando usándome a mí como un ariete.

Anónimo dijo...

Mabel te lo grito desde aquí: SOS UNA BESTIA.

Anónimo dijo...

¿Que te pasa Teofilo? ¿Tu eres el Bello acaso?

Anónimo dijo...

Para mí que los niños son una bolsita de maldad, pero como esa bolsita es de terciopelo, la mayoría se enternece con ellos.

Anónimo dijo...

Cuando el veterinario me vio tan embobecida con el gatito que me vendió él me dijo: "Nunca se olvide de que es un felino".

Qué sabias palabras! La naturaleza depredadora de estos animalitos no tiene ninguna relación ni con su elegancia ni con la suavidad de su pelaje.