Si creemos que los demás son idénticos a nosotros, no
podremos negociar con la mayoría de ellos.
Cada poco tiempo estoy recordando aquella
frase que dice: «Cuando
Pedro habla de Pablo, dice más de Pedro que de Pablo».
Para los
que no han leído aún la explicación psicoanalítica de esta afirmación, les
comento que existe un axioma (verdad tan evidente que no necesita explicación)
que dice «No se puede sacar de donde no hay».
Este axioma
también significa que, aquello que sacamos de algún lugar, antes estaba ahí: si
sacamos agua de una botella es porque esa botella contenía o aún contiene agua.
Cuando
Pedro habla de Pablo, está exhibiendo (sin darse cuenta) cuáles son sus propios
contenidos aunque en el discurso se
los esté atribuyendo al otro.
Es la
ingenuidad que todos conservamos (el niño que llevamos dentro) la que nos
impide saber que, cuando Pedro dice que Pablo es irritable, lo que en realidad
nos está diciendo es que el mismo Pedro lo es, sin perjuicio de que Pablo
también lo sea.
No es
solamente nuestra ingenuidad deliciosamente infantil la que nos lleva a ignorar
nuestras propias características cuando señalamos que otros sí las tienen,
también estamos condicionados por lo que en psicoanálisis se denominan
«negación» y «proyección», esto es: no queremos reconocer algunas de nuestras
particularidades porque nos avergüenzan (negación), y preferimos verlas en
otras personas, como quien intenta hacer que otro cargue con nuestras culpas o
responsabilidades (proyección).
En el
terreno de las relaciones sociales, esta combinación de acciones (negación +
proyección), suele causarnos unos cuantos problemas, sobre todo cuando
cometemos dolorosas injusticias al atribuirle nuestros defectos a los demás.
Esta
combinación también es perjudicial en el plano laboral cuando creemos que
nuestros clientes, proveedores, empleadores o subordinados, solo necesitan lo
mismo que nosotros necesitamos.
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8 comentarios:
Ahora me doy cuenta, qué suerte que lo leo !! Yo estaba enojada con unas visitas esperadas que se instalaron en mi casa por una semana; enojada con mi suegra que dice "Yo no me quiero meter, pero..."; enojada con mi marido porque se porta con grosería; de todos pensé mal, y ¡oh!, ¿qué estoy diciendo de mí misma?, ¿por qué no reconocer que el conflicto es conmigo?
Esperamos que los demás se comporten igual a como nos comportaríamos nosotros en la misma situación. Eso es imposible.
He observado que con frecuencia las personas desconfiadas, proyectan en los demás sus malas intenciones.
Cuando tenemos un defecto del que nos avergonzamos, preferimos verlo en los demás a aceptarlo en nosotros mismos. Y lo vemos a cada rato en los demás, porque le prestamos especial atención a todo aquello del otro que nos hace ver reflejados.
Qué cosa! Mis empleados siempre necesitan más que yo.
Para negociar hay que comprender qué necesita el otro. Para eso hay que escucharlo profundamente, observarlo y pensar.
Hay que conocer para negociar.
Nada más fácil que ingeniárnosla inconscientemente para que el otro cargue con nuestras culpas y responsabilidades. Con lo que nosotros reprimimos y otros no reprimen.
Es trágico que muchos matrimonios, después de haber convivido toda una vida, sigan pensando que el otro precisa las mismas cosas que yo preciso.
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