Excepcionalmente nos enseñan destrezas que nos permitan
independizarnos económicamente, fundar una familia y tener el dinero suficiente
para ser padres.
Es por causa de mi paranoia que pienso y
comento algunas ideas que surgen de mi desconfianza.
Desconfianza esta que no deja de ser una buena
noticia porque estoy seguro de que nuestra especie, por ser una de las más
débiles, prematuras y vulnerables, necesita tener un cerebro más desarrollado
que los demás animales (más fuertes, que nacen más maduros, que no padecen los
obstáculos culturales) y sobre todo, agresividad, malicia, sagacidad, astucia.
Por lo tanto, cuando desconfío de las
intenciones y actitudes de los demás seres humanos, lo que estoy diciendo en
realidad es que reconozco en ellos las mejores condiciones para sobrevivir.
En otras palabras: desconfiar de las malas
intenciones humanas es reconocer que tienen el mérito de estar bien adaptados
al ecosistema.
Me refiero ahora a la desconfianza para
reafirmar que nuestro sistema educativo está diseñado para que seamos torpes,
ingenuos, ignorantes, confundidos, carentes de razonamiento.
Alguien dice: «Lo oigo y me entero; lo veo y lo entiendo;
lo hago y lo sé», para describir los tres niveles de conocimiento posibles.
De más está
decir que para ganarnos la vida solo podremos «vender» nuestras destrezas
reales, nuestra capacidad de hacer y, sobre todo, nuestra capacidad de resolver
problemas, de facilitarle la vida a nuestros clientes y, exagerando un poco, de
hacer lo que otros no hacen (porque no saben, porque no quieren o porque no
tienen tiempo).
Nuestro
sistema educativo, diseñado, organizado e impartido por orden de los
gobernantes, suele informarnos, a veces, muy esporádicamente nos permite
observar para entender, y en casos excepcionales, nos ofrece actuar, hacer,
realizar y desarrollar esas destrezas con las que algún día podremos
independizarnos económicamente, fundar una familia, criar hijos.
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8 comentarios:
Es invaluable que el sistema educativo nos permita hacer para aprender. Debería ser siempre así, pero el hecho es que no lo es. Por eso cuando hay una oportunidad verdadera de aprender, usémosla!
Lo bueno que tiene aprender un oficio es que aprendés trabajando. Aprendés en los talleres. Ahora está tan de moda la palabra taller! A todo se le llama taller. Hasta a las clases tradicionales, si son de pocos integrantes, se les llama taller.
Como ud dice, -si lo interpreto bien- da para desconfiar que se nos enseñe tan mal. Nos quieren enseñar pero no quieren. No quieren porque cuando sepamos, ocuparemos el lugar de los que enseñan.
Nos quieren carentes y torpes para poder manejarnos a su antojo.
¿Quiénes? Los que están en lugares de poder. Es lo mismo que querían nuestros padres cuando nos educaban con todo el amor del mundo. Nos quieren manejar porque quieren seguir decidiendo por nosotros. Para protegernos sí, pero también para hacer lo que ellos quieren y para que no se les desorganice todo.
Las malas intenciones humanas se separan poco de las buenas intenciones. Es como que las buenas intenciones tuvieran una doble cara y que esa otra cara fuese la mala intención. Le podemos llamar mala intención al deseo que no se explicita, ni se reconoce o incluso aquel que no se conoce.
¿La agresividad es necesaria para fundar una familia? Puede que sí. A veces para hacerse un lugar, hay que correr a los otros a codazos. ¿Y si nos ofrecen generosamente el lugar, si no tenemos que pelear por él? Mmmm.... de todos modos tendremos que pelear por mantenerlo.
No entiendo eso de la pelea. Para todo hay que pelear! ¿No es acaso diferente esforzarse, hacer sacrificios, que pelear? ¿Por qué lo llevan todo al terreno bélico?
Si reducimos lo bélico a la fórmula matar o morir, nos vamos a encontrar que eso es lo que hacemos todos los días cuando nos levantamos y nos comemos una tostada. Tuvimos que matar a una plantita llamada trigo, para alimentarnos de ese trigo.
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