— Señor, levante una mano y con la otra entrégueme su billetera. Sin hacer movimientos bruscos, por favor.
— ¡Cuánta amabilidad! ¿Cómo podría negarme?
6 comentarios:
Anónimo
dijo...
No me aguanto de contar lo que me pasó. Sentí la mano de un tipo en mi bolsillo derecho del pantalón. Me corrió un frío por todo el cuerpo pero por algo que no me explico todavía, seguí con la mirada el brazo ajeno hasta encontrar la cara y le digo casi en el oído del punguista: "Hermano, ¡me estás cagando!". Estoy seguro que me salió con un tono sinceramente afecuoso porque el ladrón me miró y me entregó los billetes que aún sostenía entre el índice y el mayor. Con el mismo tono de amor, le dije: "Gracias mago; está dura la vida". Nunca hubiera pensado que de mí pudiera salir una reacción tan adecuada pero sigo creyendo que nunca más me volverá a salir. Ahora entiendo por qué algunos creen que existe Dios.
¡No lo puedo creer, a mí me pasó exactamente lo mismo! Aunque debo confezar que corrí con ventaja respecto a Ud. porque acababa de salir de mi clase de tai-chi. Mis movimientos en la entrega de la billetera solicitada fueron tan gráciles, fluídos y armoniosos, que el ladronzuelo se quedó pasmado. Entonces yo aproveché, le saqué la billetera de la mano y salí corriendo.
Lo mío fue trágico; yo levanté mi única mano ( el tipo no se había dado cuenta de que soy manco de nacimiento) y traté de explicarle que no podía satisfacer su solicitud. El hombre, presa de la impaciencia, me tiró prácticamente a quemarropa. ¡Suerte que hoy puedo contarlo! Soy actor y estoy trabajando en una policial. Para consustanciarme con el personaje justo llevaba el chaleco antibalas
Todos los rateros tienen la manía de exigir que no se hagan movimientos bruscos. Si te asaltan te ponés nervioso, está clavado; yo por ejemplo hice un ataque de epilepsia. El tipo tiro a matar pero no pudo embocarme.
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No me aguanto de contar lo que me pasó. Sentí la mano de un tipo en mi bolsillo derecho del pantalón. Me corrió un frío por todo el cuerpo pero por algo que no me explico todavía, seguí con la mirada el brazo ajeno hasta encontrar la cara y le digo casi en el oído del punguista: "Hermano, ¡me estás cagando!". Estoy seguro que me salió con un tono sinceramente afecuoso porque el ladrón me miró y me entregó los billetes que aún sostenía entre el índice y el mayor. Con el mismo tono de amor, le dije: "Gracias mago; está dura la vida".
Nunca hubiera pensado que de mí pudiera salir una reacción tan adecuada pero sigo creyendo que nunca más me volverá a salir.
Ahora entiendo por qué algunos creen que existe Dios.
Licenciado Mieres, me hizo soltar la carcajada.
¡No lo puedo creer, a mí me pasó exactamente lo mismo! Aunque debo confezar que corrí con ventaja respecto a Ud. porque acababa de salir de mi clase de tai-chi. Mis movimientos en la entrega de la billetera solicitada fueron tan gráciles, fluídos y armoniosos, que el ladronzuelo se quedó pasmado. Entonces yo aproveché, le saqué la billetera de la mano y salí corriendo.
Lo mío fue trágico; yo levanté mi única mano ( el tipo no se había dado cuenta de que soy manco de nacimiento) y traté de explicarle que no podía satisfacer su solicitud. El hombre, presa de la impaciencia, me tiró prácticamente a quemarropa. ¡Suerte que hoy puedo contarlo! Soy actor y estoy trabajando en una policial. Para consustanciarme con el personaje justo llevaba el chaleco antibalas
Todos los rateros tienen la manía de exigir que no se hagan movimientos bruscos. Si te asaltan te ponés nervioso, está clavado; yo por ejemplo hice un ataque de epilepsia. El tipo tiro a matar pero no pudo embocarme.
Soy una mujer víctima de violencia doméstica. Cuando se me rapiña con tanta amabilidad no puedo evitar sentirme conmovida.
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