sábado, 10 de noviembre de 2012

El grupo de drogadictos se amplía



 
 
Como calmamos nuestros remordimientos, —generados por creernos omnipotentes y protagonistas—, con drogas (legales o ilegales), técnicamente somos drogadictos.

El fuego es la sustancia divina en el hombre, que lo diferencia del resto de los animales y lo acerca a los dioses.

Este don otorgado por Prometeo a la humanidad es el que, junto con la enfermiza esperanza, hace que las «Promesas» (palabra que parece estar originada por nuestro gran benefactor, Prometeo) sean creíbles, porque cuando  Prometeo prometió, cumplió, ... aunque sufrió mucho por su traición a los dioses (1).

Efectivamente, siempre tratando de aprender de la mitología griega, cuando Zeus, el jefe máximo de los dioses del Olimpo, se enteró de la transgresión de Prometeo, lo condenó a permanecer atado a una roca del Cáucaso (región montañosa ubicada en el límite entre Asia y Europa).

Prometeo robó el fuego para compartirlo con los humanos. Como ese acto nos benefició, entendemos que el personaje no era un ladrón sino un héroe. El sentimiento que inspira se parece al que provoca Robin Hood, otro ladrón que ayudaba a los pobres y con lo cual el delito se convierte en virtud.

Es oportuno apartarme del tema central para comentar que nuestro respeto a la propiedad depende de cuánto nos beneficiemos con los objetos robados.

El castigo impuesto por Zeus consistió en que diariamente un águila comiera el hígado de Prometeo, de donde es posible imaginar que surgen los remordimientos (morder reiteradas veces) que padecen quienes transgreden las leyes (sienten culpa).

En los humanos ocurre la siguiente cadena causal (conjunto de causas con sus efectos que se convierten en nuevas causas):

Como nos sentimos muy vulnerables nos imaginamos omnipotentes. Esto incluye sentirnos protagonistas y culpables de casi todo.

Como esa culpa nos mortifica (re-mordimientos) y la calmamos tomando drogas (legales o ilegales), técnicamente somos drogadictos.

 
 

8 comentarios:

Alicia dijo...

Algunas personas somos especialmente propensas a generar remordimientos. Somos culpógenas. Nos parece que cargamos la culpa de todo y de todos. En los casos extremos y patológicos, una persona común y corriente puede sentirse culpable de la guerra o del hambre que hay en el mundo. Esa persona mantiene un sentimiento de grandiosidad referido a si mismo, similar al que sienten por momentos los niños.

Lautaro dijo...

Con total respeto a los creyentes, digo que Jesús se hizo cargo de los pecados de todos los mortales, para salvarnos. Da para pensar ¿no?.

Mateo dijo...

En algo tiene que beneficiar hacerse cargo de toda la culpa. La persona que hace eso, inconscientemente debe estar sacando algún beneficio secundario. Podría ser ese sentimiento de grandiosidad que usted menciona, el cual vendría a compensar el sentimiento oculto y verdadero de vulnerabilidad.

Efraín dijo...

Siguiendo con el pensamiento de Mateo, también podemos pensar como hipótesis, que esas personas no han podido elaborar su debilidad. Siguen creyéndose todopoderosas.

Daniel dijo...

Es un círculo vicioso. Calmamos con la droga nuestros remordimientos, esos que generamos a causa de sentir que todo lo podemos, que no podemos tener errores, que siempre sabremos elegir el camino cierto, y resulta que nos damos cuenta de que en realidad no es así. Que a pesar de nuestras buenas intenciones, nuestra mano de hierro y nuestros valores incuestionables, igual hacemos un montón de cosas mal. Eso nos genera remordimiento. Si lo calmamos con drogas legales o ilegales, nos guste o no, somos drogadictos, como dijo Mieres. Y si nos damos cuenta de que somos drogadictos, generaremos remordimientos y un círculo vicioso del cual es bastante difícil salir.

Marcia dijo...

Los medicamentos son drogas legales que no nos tendrían que generar remordimiento consumir.

Morgana dijo...

El alcohol y el cigarro de tabaco, también son legales y no por eso dejan de generar remordimientos.

Gabriela dijo...

Las promesas, como la promesa que Prometeo cumplió jugándose por los mortales y exponiéndose al castigo de los poderosos, de los dioses, pueden generar remordimientos. Porque traicionar, aunque sea por una causa justa, causa en general remordimento. Y porque prometer, cuando no se cumple con la promesa, trae recriminaciones por parte del afectado y remordimientos de parte del que no cumplió con lo prometido.
Y quien sigue una buena causa que beneficia a la mayoría pero perjudica a unos pocos poderosos que no están dispuestos a soltar el lugar privilegiado que poseen, expone su vida. Por eso es un héroe. No importa que motivos inconscientes lo muevan. Es un héroe porque pone en riesgo lo más preciado que tiene, su vida, por algo que beneficiará a otros.