domingo, 4 de septiembre de 2011

El desnutrido amor familiar

A nuestros hijos los queremos tanto como nos queremos. Ellos son nosotros. Si nos queremos, los queremos. Es puro amor narcisista.

Me quieren porque doy y me quieren en la medida que doy.

¿Qué doy? Doy mi trabajo, compañía, miradas, abrazos, comida, dinero, protección, escucha atenta, memoria de lo que me contaron, opiniones.

No doy nada de eso porque sea generoso sino que lo doy porque necesito que me quieran.

Como la necesidad de que me quieran es infinita, doy todo lo que puedo para que me quieran el máximo posible. Por eso no me quieren más porque «no doy más».

Este artículo tiene por objetivo darle visibilidad a un sentimiento que se nos presenta como muy inespecífico.

No todas las personas necesitan lo que tengo para dar. Por eso para muchos resulto indiferente.

Me parece que los clientes me eligen así como yo elijo a los proveedores por lo que tienen para ofrecer.

Es poco probable que visite comerciantes que venden objetos que no necesito (caviar, maquillaje, opio, aviones).

No sé por qué no visito a esos vendedores y tampoco sé por qué no me interesan sus productos siendo que otras personas iguales a mí sí los precisan.

Lo cierto es que necesito sobrevivir (por instinto de conservación) y tener hijos (por instinto de conservación de la especie) aunque no todos me ayudan a sobrevivir y no todas se interesan en tener hijos conmigo.

Me costó mucho tiempo aceptar que necesito el amor ajeno además del que recibo de mis padres, hermanos, tías y de mí mismo.

Los amores incondicionales de los parientes los recibo porque ellos sienten que yo soy ellos pues tengo su misma sangre y apellidos. Preciso que me quieran a mí.

Para lograrlo tuve que empezar a dar: trabajar, amar, acompañar, pagar, alimentar.

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8 comentarios:

Hugo dijo...

Algunos padres desprenden a su hijo de lo que consideran suyo. No lo sienten como parte de su ser. Algunos van a límite de considerarlo como una prolongación, alguien sin vida propia. Otros se bandean al otro lado, lo ven como un ser que llegó para complicarles la vida.

Olga dijo...

Me pregunto si este amor ajeno que digo necesitar, no es en realidad un suplente del amor familiar que fue perdiendo intensidad.

Flavia dijo...

Interesante lo del amor familiar que pierde intensidad. El recién nacido tiene por lo general el máximo posible en amor. Luego va creciendo y aunque el amor persiste, tendríamos que poder aceptar que no tiene la misma intensidad. Ya no estamos tan pendientes de lo que comió, de como hizo la caca, si se resfrió. Claro! sería terrible que fuera así. Un amor así sería invivible. Pero el hecho es que se va tomando distancia. No sé si realmento eso puede llamarse pérdida de amor, pero me inclino a pensar que sí.

Anónimo dijo...

Para nada estoy de acuerdo con Flavia. El amor implica darle libertad al otro, quererlo sin voracidad, sin estar esperando siempre que nos de todo lo que necesitamos. La distancia permite que cada uno viva su vida. Eso es amor.

Magdalena dijo...

Yo recién comprendí que tenía que dar para recibir, después de varios fracasos matrimoniales. Antes creía que el amor se instalaba y seguía ahí para siempre por cualidad propia. Ahora sé cuanto necesito el amor, hasta que punto es vital para mí. Entonces dar se me vuelve imprescindible para no perder. Y dar a veces implica renuciar, porque el que nos ama, nos hace saber de qué manera necesita ser amado, qué precisa que le demos. No se trata de dar cualquier cosa, sino lo que el otro precisa.
Es así como ud dice, yo no voy por caviar, ni tampoco sucede que a mí me pidan maquillaje.

Irene dijo...

Nadie es generoso porque si. El que da es porque precisa algo. Aunque tan sólo sea la alegría que le proporciona dar, porque de chiquito le enseñaron que eso lo hace bueno y más querible. Dicho en palabras más técnicas: más apto para sobrevivir, reproducirse y vivir en sociedad.

Gabriela dijo...

Creo que los hijos abandonan la adolescencia cuando comprenden que algo le deben dar a sus padres. Cuando entienden que los padres también necesitamos del amor de los hijos.

Carolina dijo...

Necesito leer sus artículos; me hace bien su pensamiento, Doc.