Porque si ese ser tan carismático, al cual todos desearíamos parecernos, dejara de estar entre nosotros, dejaría de formar parte de nosotros mismos. Queremos que siga estando para que siga siendo parte de lo que somos.
Las personas con carisma nos seducen de tal modo, que queremos conservar la ilusión de que seguimos teniéndolos para seguir disfrutando de su presencia.
La tumba dice Smith. Eso me recuerda a la película ¨El Señor y la Señora Smith¨, protagonizada por Brad Pitt y Angelina Jolie. Quizás nos gustaría ser como esa pareja tan fascinante en la película y tan atrayente en la vida real. En la película son dos que se unen por contraespionaje, osea por interés, pero terminan enamorándose (final feliz). En la vida real, han permanecido juntos en un ambiente donde eso es poco común. Tuvieron hijos y además adoptaron otros. (imaginamos que son una pareja sólida y que son tan magnánimos que han salvado de un destino difícil a varios niños. Todo un ejemplo de vida, pensamos).
Lo cierto es que hay personas que permanecen en nosotros y entre nosotros, porque siguen influenciando nuestra psiquis. Son aquellos que nos han grabado valores, que han sido parte de la conformación de nuestra identidad, tanto positivamente como en forma negativa.
A los carismáticos les tengo idea. No me gustan. De pronto los envidio, no sé. La cosa es que los veo y me parecen falsos, arrogantes, demasiado dependientes de la opinión de los demás.
Hablamos de desaparición física, porque -más allá de nuestras creencias religiosas- no admitimos la muerte. Si el cuerpo, el físico, muere ¿qué otra cosa, en sentido literal, queda de nosotros? Nada. Eso es muy duro.
Prefiero que sigan existiendo mis hijos a seguir existiendo yo misma. No imagino la vida sin ellos. Aunque ya sé que Mieres me dirá: ¨eso le pasa porque siente a sus hijos como parte suya¨.
11 comentarios:
Con el empleo que hace el narrador del verbo "ser", es el primero en no animarse.
Porque si ese ser tan carismático, al cual todos desearíamos parecernos, dejara de estar entre nosotros, dejaría de formar parte de nosotros mismos. Queremos que siga estando para que siga siendo parte de lo que somos.
Las personas con carisma nos seducen de tal modo, que queremos conservar la ilusión de que seguimos teniéndolos para seguir disfrutando de su presencia.
Todos querríamos seguir vivos, al menos en el recuerdo de los demás.
Todos los que quieren seguir viviendo...
La tumba dice Smith. Eso me recuerda a la película ¨El Señor y la Señora Smith¨, protagonizada por Brad Pitt y Angelina Jolie. Quizás nos gustaría ser como esa pareja tan fascinante en la película y tan atrayente en la vida real. En la película son dos que se unen por contraespionaje, osea por interés, pero terminan enamorándose (final feliz). En la vida real, han permanecido juntos en un ambiente donde eso es poco común. Tuvieron hijos y además adoptaron otros. (imaginamos que son una pareja sólida y que son tan magnánimos que han salvado de un destino difícil a varios niños. Todo un ejemplo de vida, pensamos).
Lo cierto es que hay personas que permanecen en nosotros y entre nosotros, porque siguen influenciando nuestra psiquis. Son aquellos que nos han grabado valores, que han sido parte de la conformación de nuestra identidad, tanto positivamente como en forma negativa.
A los carismáticos les tengo idea. No me gustan. De pronto los envidio, no sé. La cosa es que los veo y me parecen falsos, arrogantes, demasiado dependientes de la opinión de los demás.
Hablamos de desaparición física, porque -más allá de nuestras creencias religiosas- no admitimos la muerte. Si el cuerpo, el físico, muere ¿qué otra cosa, en sentido literal, queda de nosotros? Nada. Eso es muy duro.
Ahora entiendo el comentario de Julia. Si ¨es¨; está, sigue siendo. A cada uno de nosotros, la persona que más nos importa que sea, es uno mismo.
Prefiero que sigan existiendo mis hijos a seguir existiendo yo misma. No imagino la vida sin ellos. Aunque ya sé que Mieres me dirá: ¨eso le pasa porque siente a sus hijos como parte suya¨.
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