Las personas intolerantes son irritables y aplican mayor
ímpetu para evitar las molestias de la pobreza.
La actitud emprendedora contiene básicamente
rasgos tan notorios como la ansiedad, el placer por competir, la ambición y el
afán de logro.
Otras características menos visibles son:
agresividad, envidia, egoísmo e intolerancia.
La intolerancia incluye por supuesto la baja
tolerancia a la frustración. A los emprendedores suele gustarles menos que a
otros que sus planes se vean interrumpidos, postergados, fracasados.
Cuando están contrariados por los infortunios,
se ponen de mal humor y tanto reaccionan contra sí mismos (autoagresivos) como
contra cualquiera que tengan cerca (heteroagresivos).
La propia condición de emprendedores contiene
necesariamente el predominio de la insatisfacción. Difícilmente estén conformes
con sus logros por mucho tiempo. El bienestar es breve. Están siempre subiendo
una escalera, amando apasionadamente al próximo escalón del que se aburrirán
muy pronto para enamorarse del siguiente peldaño.
En otro artículo les comentaba que las redes
sociales (1) nos permiten elegir a nuestros amigos entre millones de personas,
gracias a lo cual se vuelve posible que nos rodeemos de quienes ya eran iguales
a nosotros y así evitarnos el esfuerzo de tolerar a quienes tienen preferencias
distintas a las nuestras (familiares, amigos, compañeros de estudio o de
trabajo, vecinos).
Dicho de otro modo, las modernas tecnologías
de la comunicación no estimulan el desarrollo de la tolerancia, la paciencia o
la flexibilidad, pues en lugar de tener que aplicar esos recursos psicológicos
para adaptarnos a quienes tuviéramos que acercarnos, en las redes sociales nos
acercamos a quienes naturalmente gustan y piensan como nosotros.
Esta menor necesidad de tolerancia no se queda
en el ámbito social, también nos volvemos intolerantes con las carencias, las
imperfecciones, las demoras.
En suma: Es probable que al ser menos tolerantes también luchemos más
enérgicamente contra nuestra pobreza.
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12 comentarios:
Antes yo creía que ud estaba en contra de la pobreza y la quería eliminar de la faz de la Tierra. Ahora veo que en realidad a ud. le interesan mucho los temas de la pobreza y la riqueza, entonces simplemente los analiza, en el afán de contribuir en algo a solucionar los problemas que surgen del choque de estas situaciones económicas opuestas.
Así que estamos en un mundo en el que ser intolerante es rentable.
Aún así podemos encontrar millones de personas intolerantes e irritables, que no salen de la pobreza.
Los emprendedores que finalmente triunfan, son los que tienen mayor tolerancia a la frustración.
Podría decirse que los ladrones son un tipo especial de emprendedores. Arriesgan un capital (su libertad y su vida), necesitan informarse y formarse sobre los asuntos de su ¨trabajo¨, invierten en infraestructura (motos, cascos, armas, celulares). Los de alto vuelo, invierten en infraestructura mucho más.
Como decía al principio, estos ladrones pueden tener las mismas características que los emprendedores: agresividad, intolerancia, ansiedad, envidia, afán de logro, egoísmo, placer por la competencia.
También podría decirse que los emprendedores son un tipo especial de ladrones...
¿Y qué roban los emprendedores?
Euge, a veces roban literalmente, evaden impuestos, hacen negocios ilegales, pagan menos de lo que debieran a sus empleados, etc. Otras veces roban de manera metafórica: en la euforia de la competencia despiadada le roban a su contrincante la posibilidad de sobrevivir en el mercado, le roban a sus empleados la posibilidad de desarrollarse en otras áreas exigiéndoles horarios y rendimientos extenuantes, roban la posibilidad de confraternizar e intercambiar entre ¨contrarios¨ (me refiero a quienes se oponen a su concepción del mundo) y supongo que muchas cosas más que ahora no se me ocurren.
Mª Eugenia, el comentario anterior fue mío, se me saltó la tecla antes de poner el nombre. Quería aclarar que no estoy poniéndome en contra de los empresarios. Sabido es que no son todos iguales y que cuando hablamos de empresarios, estamos hablando de micro-emprendimientos y de multinacionales. Así que las realidades son muy distintas, no se pueden comparar.
Yo soy intolerante con las imperfecciones. Sigo creyéndome las historias perfectas con final feliz. Odio tener un montón de verrugas y que mi esposo se esté quedando pelado. Odio no poder con todo, no poder hacer todas las cosas que me gustan y en todas ser la mejor. Soy un desastre.
En las redes sociales me acerco a los que piensan raro, porque yo también pienso raro.
No quiero amar un sólo escalón de esa escalera imaginaria. Quisiera poder amar todos los escalones, descubrir en cada uno de ellos distintos momentos de mi vida, todos valiosos. Subirla sin apuro, deteniéndome en los descansos para disfrutar la perspectiva. Quisiera escalarla como una serpiente, deslizándome entre los escalones sin pisarlos, sin gastarlos, sin quitarles el brillo.
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