Para no padecer la desagradable sorpresa de fracasar, algunas personas proyectan sus propios infortunios.
En este blog se agrupan las ideas que procuran explicar por qué existen pobres a pesar de sus intentos para evitarlo.
Por lo tanto, no se agrupan ideas sobre la pobreza en general pues muchas personas están conformes con su escasez que les ha tocado en suerte o, por el contrario, hacen lo posible para no tener recursos suficientes que cancelen todas sus necesidades y deseos (votos de pobreza, por ejemplo).
Si por pobreza patológica me refiero a una condición que se intenta revertir, es posible decir que para estas personas mantenerse en la pobreza implica fracasar.
Por lo tanto, sustituyendo los términos, uno de los objetivos de estos artículos es encontrar las causas de los fracasos sistemáticos, reiterados, irreversibles.
Como mi principal herramienta es la teoría psicoanalítica, casi todas mis hipótesis cuentan con la intervención de móviles, intenciones, deseos y fantasías inconscientes.
Un fracaso muy temible es el de quedarse solo, ser abandonado, no tener quien nos ame.
En otro artículo (1) he mencionado que el concepto «falo» no refiere al pene sino al conjunto de particularidades que los demás valoran y que nos convierten en personas amables (dignas de ser amadas).
La castración es quedarse solo.
Es frecuente observar que las personas hacemos o provocamos aquello que más tememos porque creemos que de esa manera podemos controlar las circunstancias amenazantes.
En otras palabras, es posible que para muchas personas sea preferible fracasar deliberadamente (empobrecer), diseñar una estrategia para que las cosas les salgan mal, enfrascarse en proyectos autodestructivos porque en esa lógica estas personas suponen que pueden disminuir el daño de un fracaso del que quieren salir inútilmente.
En suma: Algunas estrategias autodestructivas intentan quitarle el angustiante factor sorpresa a los infortunios.
(1) «Falo» no significa «pene»
El martirio como premio mayor
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8 comentarios:
Si un sentimiento penoso nos ataca sorpresivamente es más problable que no sepamos como manejarlo. Tenerle miedo a lo inesperado es algo natural.
Nos suceden cosas inesperadas todos los días, y si no aprendemos a manejarnos, es como no aprender a vivir.
Muchos son los pobres que intentan salir de la pobreza. Estoy pensando en alguien que pueda ganar poco, que no hereda nada de su familia y que hace un gran esfuerzo por mantener el trabajo que tiene. Si lo pierde le costará mucho conseguir otro, debido a su baja capacitación. Si cambia de trabajo, siempre serán trabajos mal pagos. Busca changas que mejoren su ingreso; a veces resultan y es entonces cuando adquiere algo que estaba necesitando. Puede que necesite prioritariamente gratificarse, porque trabaja mucho y tiene pocas recompenzas.
En una situación así, la única salida es capacitarse, pero para encontrar las ganas de hacerlo, dado que implicará un sacrificio grande, es necesario vislumbrar cierta esperanza. Y la esperanza se pierde, última pero se pierde.
Son terribles esas formas de quedarse solo estando acompañado.
Cuando se tiene la certeza de que el fracaso será inminente, puede que de pura ansiedad y angustia, uno quiera adelantarlo, para poder darle trámite de una vez por todas.
Existen personas sin falo?
También están los que ya no se sorprenden de nada.
Si gastamos mucha energía en evitar las sorpresas, luego no nos quedará fuerza para enfrentar a las que inevitablemente van a venir.
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