domingo, 24 de junio de 2012

El escaso entusiasmo productivo



El deseo reproductivo provocado por la naturaleza es infinitamente más efectivo que el deseo productivo provocado por el dinero (salario).

Les he comentado en otros artículos que, seguramente, las hembras humanas no se enamoran de cualquier varón, ni del más hermoso, ni del más acaudalado, sino de aquel que posee la dotación genética más conveniente para que, al «asociarse» con la de ella, gesten hijos viables, sanos, fuertes.

Alguien se preguntará: ¿cómo se entera ella de la dotación genética de él?, y mi respuesta es: como se entera de tantas otras cosas intuitivamente.

Ellas no buscan un varón que las fecunde, ellas lo encuentran, porque es la naturaleza la que genera las condiciones predisponentes para que aleatoriamente la conservación de la especie continúe ocurriendo.

Por lo tanto, en lo único importante que tenemos para hacer los seres vivos (conservarnos como individuos y como especie) (1), existe un fenómeno natural causante de que ella se sienta poderosamente atraída por un determinado varón, a partir de lo cual él se sentirá convocado por ella y el instinto les prohibirá frustrar el deseo de tener sexo.

Ese impulso de ella y ese impulso de él generado por ella, forjan lo que llamamos deseo. La atracción física que sienten es deseo y las posibilidades de eludirlo son bajísimas para ambos.

No son inventos de los poetas atribuirle a estos fenómenos biológicos (la atracción, el deseo, la copulación) un carácter prodigioso, sobrenatural, mágico. La incapacidad mental que nos impide entender el fenómeno, nos compele a inventarle causas irracionales, ilógicas, misteriosas.

Si comparamos la calidad del deseo reproductivo provocado por la naturaleza, con la generación de deseo que pretende ejercer sobre los trabajadores quien paga (estimula) con dinero para generar un deseo productivo, entenderemos por qué es tan difícil que un trabajador produzca con entusiasmo re-productivo.

 
Otras menciones del concepto «las mujeres eligen a los varones»:

 
 

7 comentarios:

Gabriela dijo...

Muy interesante para pensar el problema de la pobreza material y los fracasos educativos.

Ingrid dijo...

Por eso los adolescentes que se llaman a si mismos ¨víctimas de la pereza¨, están entrampados entre el deseo de tener hijos y no poder concretarlo y las pocas ganas que tienen de estudiar -por eso mismo-.

Evaristo dijo...

El deseo sexual en la adolescencia es, en la enorme mayoría de los casos, imparable.
El deseo de estudiar para conseguir un trabajo reproductivo, pasa a un segundo plano.

Marta dijo...

Quizá el trabajador/a comience a tener un estimulante deseo de reproductivo de trabajar, cuando ya ha tenido los hijos que deseaba y ahora desea mantenerlos y continuar desarrollando su vida.

Elbio dijo...

Los seres vivos, antes que nada necesitamos autosustentarnos, conservarnos con vida. Es el instinto de autoconservación.
Por eso si ud desea ser abuelo o abuela, con cierta urgencia, no mantenga a su hijo hasta los 30. Si el muchacho no es independiente, reprimirá su deseo de reproducirse. Si reprime el deseo de reproducirse, está reprimiendo la energía vital más grande que posee. Si hace eso, no le quedarán energías, ni estímulos para trabajar. Ud seguirán teniendo a su hijo, pero no tendrá nietos.

Alicia dijo...

Soy bastante enemiga de los consejos, Elbio. Pienso que si el el caso que tú expones, hay una pareja (madre-hijo) que queda en esa situación antinatural, es porque ambos desean, inconscientemente, el rol de madre y el rol de hijo, hasta el fin de los tiempos.
Si algo no cambia en ellos, o al menos en uno de los dos, el consejo será rotundamente ignorado.

Evangelina dijo...

Recordemos que en algunas personas es más poderoso el deseo de tener hijos metafóricos que hijos reales. Pueden privarse de tener hijos para trabajar más, para tener más dinero (asociación planteada por Freud: hijos/dinero). También puede ser que lo hagan NO por el hecho de tener más dinero, sino por la necesidad de no tenerlo, de no tener sexo, y de dedicar todas sus energías a los hijos metafóricos, como hacen los Padres (sacerdotes).