sábado, 12 de noviembre de 2011

El acostumbramiento al ecosistema

A pesar del ‘sentido común’, intentamos conservar las condiciones ecológicas a las que estamos acostumbrados, incluyendo en estas la mayor o menor disponibilidad de dinero.

Los humanos nos adaptamos a lo bueno y a lo malo, a lo cómodo y a lo incómodo.

Algo que no podemos tolerar por mucho tiempo es el acostumbramiento a la comodidad porque el «fenómeno vida» (1) depende de excitantes que nos estimulen.

Ocurre con ciertos medicamentos cuya dosis debe ser progresivamente aumentada a medida que el tratamiento se prolonga pues de no modificarla, el natural acostumbramiento podría hacer perder el efecto curativo que se espera de él.

Ocurre algo similar con las drogas psicoactivas. Al principio se consumen en forma recreativa para optimizar la intensidad placentera de una experiencia divertida, pero si la ingesta continuara las dosis deberán ser progresivamente mayores, aumentando el riesgo de intoxicación.

Podría generalizar y decir que nuestros mecanismos adaptativos que nos benefician hasta convertirnos en una de las pocas especies capaces de habitar los ecosistemas más diversos, también nos exponen a excesos peligrosos ya sea por intoxicación o porque su efecto beneficioso deja de ocurrir.

En esta línea de pensamiento también podemos pensar que existe una especie de hábitat, ecosistema o clima económico fuera del cual nos resultaría muy difícil vivir.

Un esquimal puede vivir en el trópico si se toma el tiempo necesario para que su organismo se adapte; cualquiera de nosotros podemos instalarnos en zonas montañosas si esperamos hasta que el cuerpo se acostumbre a la baja presión atmosférica y escasez de oxígeno. También podremos acostumbrarnos a vivir con mucho o poco dinero si nos tomamos el tiempo necesario.

Los cambios nos demandan un esfuerzo que por naturaleza procuraremos evitar (2) y aplicaremos nuestra energía a seguir siendo esquimales o "tropicanos", llaneros o montañeses, ricos o pobres.

(1) Los estímulos para la vejez

(2) La verdad bloquea el cerebro

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8 comentarios:

Morgana dijo...

Leer sus artículos, a mí me estimula muchísimo.

Lautaro dijo...

Generar un hábito, una costumbre, cuesta trabajo. Y luego dejarlo, cuesta más trabajo todavía.

Manuela dijo...

Nos cuesta terrible cambiar... y estamos cambiando todo el tiempo.

Luis dijo...

Nos resulta más aceptable la idea de progresar que la de cambiar de forma radical.

Mirna dijo...

El precio de no acostumbrarse puede ser enloquecer.

Flora dijo...

Vivir en un país con cuatro estaciones no me permite terminar de acostumbrarme a ninguna de ellas.

Verónica dijo...

Dado que los cambios entrañan peligros y exigen grandes esfuerzos, vale la pena tomar conciencia de ello y no trivializarlos. Si quiero cambiar, debo tener plena conciencia de que no será fácil, y no ser demasiado dura conmigo misma; porque si el hilo se tensa y se tensa, al final se rompe.

Alicia dijo...

Nos resulta rara la idea de que no podemos tolerar la comodidad demasiado tiempo. Porque casi siempre estamos buscando la comodidad. Pero después de que la tenemos, no nos gusta estar siempre en lo mismo. Si hiciéramos eso, de pronto podría ser síntoma de que estamos muy inseguros o tenemos mucho miedo. Lo natural es buscar cambios, aunque ahí también tenemos problemas. Los cambios nos asustan. Por eso nuestra vida, de hecho, no es cómoda. Siempre nos tironean fuerzas encontradas. Y hacemos lo mejor que podemos. Por eso, valdría la pena ser más benevolentes. Primero que nada con nosotros mismos, y luego con los demás, por supuesto.