domingo, 20 de noviembre de 2011

Cómo ayuda la creencia en Dios

La creencia en Dios nos ayuda a liberarnos de las restricciones racionales.

Nuestra capacidad de razonamiento y deducción suele sorprendernos; tanto podemos sacar conclusiones inteligentísimas como perdernos en conclusiones absurdas.

Me divierte pensar la siguiente escena:

Un muchacho joven, alegre, divertido, ingenioso, llega al club donde se reúne con sus amigos y con entusiasmo desbordante los convoca para compartir con ellos la idea genial que tuvo al despertarse.

Les cuenta que inventó un juego fabuloso consistente en tratar de embocar una pelota chica en un hoyo también pequeño, ubicado a cientos de metros, pegándole con un palo. Quien la emboca con menos golpes, gana.

Lo que me hace gracias es imaginar la cortina de hielo que se habrá formado con los amigos que no podían creer que el compañero se entusiasmara con una idean tan tonta, impracticable y aburrida.

Estos debieron ser los orígenes del golf, que hoy, inexplicablemente mueve millones de dólares en conservación de los campos, equipamiento, vestimenta, vehículos, certámenes, viajes, premios.

Algo similar pudo haber ocurrido con el alocado inventor de la bicicleta.

¿A quién se le puede ocurrir que se popularice un vehículo que sólo sirve para equilibristas que trabajen en un circo?

¿A quién se le pudo ocurrir que pudieran circular millones de moles metálicas sobre ruedas, sin estrellarse permanentemente?

Parece cierto que nuestra capacidad anticipatoria, nuestra capacidad para prever el funcionamiento de ciertas innovaciones, deja mucho que desear.

Sin embargo este dato puede ser importante siempre y cuando podamos integrarlo a esa función tan defectuosa (razonar, deducir, prever).

Es casi imposible predecir qué pensarán y harán las personas pero sí podemos suponer que si ciudadanos ejemplares creen en Dios, en la reencarnación y otras suposiciones igualmente indemostrables, son muy pocas las ocurrencias comerciales o industriales que merezcan ser descalificadas antes de ponerlas en práctica.

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12 comentarios:

Chapita dijo...

De niño me gustaba mucho hablar con mi abuela. Recuerdo que con frecuencia ella me decía "qué ocurrencias!", y a mí me gustaba mucho que me dijera eso, porque me hacía sentir un niño genial.

Elena dijo...

El problema es que para poner en práctica una ocurrencia comercial que implique una importante inversión de dinero, trataremos de pisar sobre seguro. Pero un amigo me enseñó que muchos emprendimientos económicos pueden iniciarse sin dinero (o casi). En esos casos a lo que no hay que tenerle miedo es a equivocarse; no hay que desmoralizarse. Si algo no da el resultado que esperábamos -puede que nos esté dando otro resultado mejor- tenemos la posibilidad de probar con otra cosa.

Damián dijo...

Aunque nuestra capacidad anticipatoria sea defectuosa, nos ha sido fundamental para crecer, evolucionar, inventar, investigar.
Estoy en un todo de acuerdo con sus planteamientos en este artículo.

Lucas dijo...

Todavía no nació el que lleve a nivel mundial los torneos de sapitos. Hasta ahora sólo usamos una piedra chata y un espejo de agua. Pero se imaginan todas las variantes que podría tener este juego! Las piedras de distintos pesos, tamaños, con distinto tipo de pulidos. Las prácticas realizadas en piscinas de agua quieta y el aumento de la dificultad en la medida que se provoca un suave oleaje artificial. Las mediciones de distancias entre un salto y otro, el tiempo total durante el que la piedra permanece en el aire. Los puntajes diferenciales según la técnica de tiro. El tiro manual y el tiro con distintos adminículos. Los complejos mecanismos de puntaje, individuales y por equipo. En fin, todo un universo a desarrollar.

Gabriela dijo...

A veces no alcanza que todos digan: "ud ha llegado a una conclusión absurda". Si no pregúntenle a Galileo.

Yamandú dijo...

Al principio creer en Dios me liberaba... ahora empiezo a sentir la presión de la coherencia.

Margarita dijo...

Prever es inevitable, y a veces nos aborta las mejores ocurrencias.

el poeta dijo...

Yo creo
en el aura
de Laura.
En su lógica
binaria
y en su convicción
cuando me dice
aura!

Evangelina dijo...

Saber no es lo mismo que creer. Si creemos se supone que no necesitamos demostrar nada.

Alberto dijo...

La bicicleta se popularizó porque al final comprendimos que todos somos esforzados equilibristas.

Hugo dijo...

Y uds los psicólogos no tratan de predecir que pensarán y harán las personas?

Trinidad dijo...

Puede ser Hugo, hay que cuidarse de los psicólogos con vocación adivinatoria.