Suponer que la naturaleza tiene intenciones, voluntad y deseos humanos induce a elaborar estrategias de vida fantásticas, mitológicas, irracionales.
Aunque parezca demasiado obvio, los humanos sólo podemos tener sensaciones y pensamientos humanos.
Puede ocurrirnos que todo lo que se mueve nos haga pensar que está animado (que tiene vida) como nosotros y si ese movimiento es discontinuo, errático, imprevisible, rápidamente nos hace pensar que tiene una intención ... como nosotros.
Más confundidos quedamos cuando se trata de un ser realmente vivo y tiene dos ojos en línea horizontal igual que nosotros.
En este caso las dificultades son enormes y los poetas, que ya habían hecho hablar, pensar y decidir al viento, al mar y a los planetas, cuando pasan a la categoría de «ser mirados» por dos ojos, comienzan a dialogar con animales y aves.
Con estas características de funcionamiento cerebral, no vacilamos en hacer elaborados razonamientos contando con que la naturaleza tiene voluntad, intención, planes, dudas y, más aún, criterios de justicia, rencor y deseos de venganza.
A esos acontecimientos autónomos, naturales, podemos imaginarlos como dioses, santos, vírgenes, que se aproximan a la realidad en cuanto creemos que nos hicieron a su imagen y semejanza o alguna vez fueron de carne y hueso.
Es probable sin embargo que si pudiéramos evitar este error de humanizarlo todo, podríamos suponer que la naturaleza sólo funciona por azar puro, que todo es casual, aunque «humanamente» entendamos que todo es causal (alguien decidió, actuó, fue culpable).
Con esta modalidad mágica y animista de vincularse con el entorno, quien se identifica con la naturaleza (la imagina a su imagen y semejanza), elabora su estrategia de vida identificándose con ella. Por ejemplo, cree que si empobrece la diosa naturaleza le tendrá lástima ... así como él le tiene lástima (y ayuda) a los pobres.
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13 comentarios:
No puedo dejar de pensar que creer en la causalidad y darle significados simbólicos a todo lo que ocurre en la naturaleza (y aún muchas veces en el mundo inanimado), es completamente delirante. Pero todo esto tiene un argumento a favor de mucho peso: es mágico. Vivir la vida dentro de un universo mágico puede ser maravilloso. Le da poesía y consuelo a todo lo que sucede.
Cuando pasa algo malo, mucha gente dice meneando la cabeza "pero sin duda fue lo mejor". De esta manera atemperan la bronca, pero... anulan la reveldía. Si aceptamos todo dócilmente y nunca nos revelamos, nos acostumbraremos a soportar situaciones injustas.
No estoy de acuerdo con Rocío. Se puede ver poesía en todo, pero sin necesidad de renunciar a la forma de pensamiento adulto.
Las personas que sienten una necesidad imperiosa de dialogar con animales, bien que podrían despuntar el vicio, escribiendo cuentos para niños.
No queremos oir a la Naturaleza que nos habla, porque le tememos a su voz profunda y sabia.
Si la naturaleza tuviese lástima, no funcionaría según los criterios de la pirámide alimenticia.
La mar está serena
y descansa en su lecho
como una pequeña virgen
erizada por el viento.
Yo hablo con mis plantas y ninguna de ellas necesita moverse, ni mirarme con dos ojos en línea!
Están todas locas!
Madre, en qué mundo he nacido!
Ese caballo está pensando: "ahí donde ataron al otro, hay mucho más pasto. Mire que es inútil mi dueño!"
Me gusta mucho como está escrito este artículo, Doc. Se lee solo. Fluye.
Mi madre me contó que fui hecha a imágen y semejanza de una virgen muy particular. Se trataba de una muchacha que todos los inviernos bajaba al Infierno para buscar calor. En primavera subía al Cielo y Dios -que por ella tenía especial debilidad- le devolvía todos los años la virginidad.
En este mismo momento mi termo está lanzando aullidos porque todo el calor se le escapa por la boca.
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