domingo, 21 de agosto de 2011

Una estrategia femenina

Es lógico y natural que las mujeres repriman su deseo de ser fecundadas y lo hacen inconscientemente, pero quizá eduquen a sus hijos con una prejuiciosa represión de cualquier deseo.

Los varones estamos (o deberíamos estar) felices cuando una mujer nos seduce porque eso significa que el instinto de ella le indica que nuestra capital genético combinado con la de ella gestará hijos que mejorarán la especie (1).

A partir de que ella nos encuentra, nos seduce y nos damos por aludidos, indicando que no tenemos problema en ceder gustosos a sus convocatoria (porque somos heterosexuales, no tenemos otros compromisos ineludibles, es oportuno para nuestros planes de vida), comienza un “tire y afloje” por el cual nuestro deseo de “¡copular ya!” se enfrenta al instinto femenino que la obliga a maniobrar para que aumentemos nuestro deseo al máximo como para prometer cualquier pago, entrega, responsabilidad, compromiso, con tal de aplacar la agitación hormonal que la situación nos provoca (2).

En el mismo artículo (2) les comentaba que esta maniobra de simular desinterés para exacerbar el deseo masculino, luego se incorpora en la educación de los hijos (niñas y niños), porque las mujeres lo hacen inconscientemente y sienten que así debe ser (ocultar y disimular el deseo de “entregarse”).

Si nuestra madre nos aconseja no mostrar nuestro deseo ante otros porque estos puede depredarnos, abusarnos, explotarnos, también nos está diciendo que:

— los otros son mal intencionados;
— nosotros también tenemos malas intenciones porque somos semejantes a los otros;
— el ser humano es peligroso;
— el deseo es un instinto debilitante;
— es saludable no tener, reprimir o desconocer nuestros deseos;
— las tentaciones (expresiones del deseo) son demoníacas;

De instalarse en el niño-joven-adulto estas ideas-prejuicios, la postura ante la vida incluirá elementos paranoicos, desconfiados, suspicaces, bajando así la exposición al riesgo necesaria para negociar, transar, asociarse.

(1) La sexualidad recreativa femenina
El enamoramiento genético
(2) La histeria aparente

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10 comentarios:

Manuela dijo...

La espera aumenta el deseo. Claro, es cierto.
Ninguna los hace esperar, por eso los muy cabrones nunca tienen deseos de nada!

Elena dijo...

Es probable que el deseo más escondido sea el de hacer daño. Me vienen a la mente las historias de exorcismos, momentos en los que el mal parece corporizarse en una persona concreta. Se supone la presencia demoníaca, cuando la persona afectada grita, destruye, se descontrola. Alguien en ese estado podría hacer mucho daño.

Lola dijo...

No sólo la espera aumenta el deseo. También la sugerencia. Quien parece prometer, con su actitud, la posibilidad de encuentros apasionados, da mucha cosquilla.

Evaristo dijo...

Entiendo la postura de Lola, aunque a mí personalmente me provoca más la actitud refrenada. Las mujeres que se muestran muy reprimidas, a menudo te sorprenden muy gratamente.

Jacinto dijo...

Reconozco que cuando me pongo suspicaz soy insoportable.

Antonio dijo...

Creo que las mujeres son más suspicaces que los hombres, y ahora que lo pienso tiene lógica. A ellas se las ha educado para que escondan más su deseo. Al hombre le ha sido más permitido mostrarlo. Es entendible, ellas corren más riesgo.

Guzmán dijo...

Lo que dice Antonio me lleva a pensar por qué las mujeres muestran, exhiben, más su cuerpo. Acaso esta forma de seducción no las expone a mayores riesgos? Es probable que la mujer provocadora o provocativa, se sienta bastante segura. Tanto como para animarse a encender el deseo y luego manejar los tiempos a su antojo. Son mujeres que saben hacer esperar al varón, manteniendo vivo su interés. Me parece que pueden hacer esto porque sus miedos no son desmesurados.

Eduardo dijo...

Imagino lo difícil que debe ser retomar una vida sexual saludable, para una mujer que ha sido, o se ha sentido, violada.

Cacho dijo...

Cuando una mujer me seduce lo que menos pienso es en mejorar la especie. Eso mas bien que me enfría.

Gastón dijo...

El planteo de Mieres puede explicar por qué las amantes logran muchas veces que su enamorado les compre un apartamento. Además de las necesidades prácticas de alojamiento clandestino para la pareja, puede que el hombre sienta la necesidad de compensar a la mujer que se entrega renunciando al matrimonio. A su vez, si el hombre sintió esa necesidad, es muy probable que haya sido inducido por ella.