jueves, 4 de agosto de 2011

Significante Nº 983

Este panteón lo pagué una fortuna por su ubicación. No tuve en cuenta que la vista al mar con los siglos termina aburriendo.

12 comentarios:

Facundo Negri dijo...

Seguramente si algún familiar o amigo va a visitarlo, no se aburrirá del panorama. Suelen ir muy de tanto en tanto.

Natalia dijo...

Juro que mi primo dijo, cuando murió mi tío, "que lindo el nicho, da al mar que tanto le gustaba a papá". Y se sonrió con ternura. A mí me alegró que eso lo alegrara, pero me resulta difícil de entender.

Yoel dijo...

Nunca sentí necesidad de ir al cementerio, pero creo que entiendo a quienes lo hacen.

Evangelina dijo...

El mar y el cielo son muy variables... además toda esa inmensidad... es una vista maravillosa. Cuando el ser querido mira desde el Cielo y ve que se a puesto tanta dedicación y amor en él, se siente agradecido y te bendice.

Evaristo dijo...

No puede ser que en una de las mejores zonas de la ciudad de Montevideo, el el barrio Buceo y frente al mar, haya un terreno considerable dedicado a un cementerio.

Sandra39 dijo...

Es difícil de entender, para quien no lo ha sufrido, qué importancia tiene no saber donde está enterrado un ser querido.

Lucas dijo...

La cremación es lo mejor que hay!

Lucía dijo...

La verdad, Lucas, que fuera de contexto eso que decís suena medio loco.

Irene dijo...

La verdad que es larga la muerte. Pero quién sabe, de pronto en otra dimensión continuamos vivos. De todos modos de ser así, eso no sirve demasiado, porque hasta ahora los mundos no se tocan.

Gilberto dijo...

El panteón me sale más o menos lo mismo que una casita afuera, en la playa. Igual me decidí por el panteón; le va a dar mucho prestigio a la familia.

Paty dijo...

No entiendo a la gente que gasta en eso! Qué tienen? Se identifican con las momias egipcias?

Segismundo dijo...

A la muerte hay que darle importancia. Hay que dejarle a la familia un símbolo de sus ancestros. Es bueno saber de donde viene uno, que los nietos sepan donde está enterrado el abuelo. Se ha perdido la costumbre de hablar con los muertos. Es un ejercicio de reflexión, es un diálogo donde las respuestas las pone uno. Pero uno no piensa con su cabeza. Uno se responde desde la cabeza del muerto.