El otro día, en lo de Don Pascual, vendían sal sin IVA. Es más, si llevabas una oca viva te descontaban 2 veces! el IVA. Entonces Tiburcio, que no iba nunca a lo de Don Pascual, salió a cazar ocas para ligar el descuentito. Le fue tan bien que hasta una ballena se trajo. Apenas se cambió de ropa enfiló para lo de Don Pascual, a compral sal fina, gruesa y semi-descremada, que dicen es la mejor. Para su sorpresa, se encontró con unas promotoras que invitaban con vino Don Pascual, y Tiburcio loco de la vida, imaginesé. El caso es que además del vino te convidaban con bolitas de sal, para que uno fuera probando la calidad del producto. Y bueno, el hombre probaba por no despreciar. Así fue hasta que reventaba de sed, mire. Tuvo que arrodillarse frente a las promotoras para pedir algo de líquido, con eso le digo todo. El hecho es que cuando lo atendió Don Pascual para venderle la sal, ya estaba medio tocado. Tanta sed, tanto líquido, que cualquiera al final pierde el juicio. -Deme un kilo de fina, dos de gruesa y 20 de descremada, Pascual -Cuántos de descremada? -Como oyó Don, 20. -Y no le parece que a tanta sal le va a agarrar la humedad, Tiburcio. -Le dije 20 Pascual y dejesé de molestar con la humedad, que aquí humedad es lo que más falta. Ya a esta altura los ánimos estaban caldeados, así que Pascual, que era tipo despierto, trato de aflojar los tientos. -No se me ponga mal amigo, que va a llevar mercadería barata y de buena calidad. -Baratas las chinas que puso en la puerta, que con dedal te daban el vino. -Pero Tiburcio, el vino era solo para degustar. -De gustar, a mi me gusta que me traten bien, porque no es cosa de hombre matar de sed a la gente. Y palabra fue y palabra vino, hasta que se levantó polvareda. A la oca que había llevado Tiburcio le agarraron los nervios pobrecita, y empezó a saltar en la piscina como trapecista encapuchado. Los parroquianos que hacían cola, trataban de apaciguar a sus animalitos, pero por falta de experiencia les gritaban zooo! zoooo! y vaya uno a saber lo que las ocas entendían. A todo esto resulta que la pulpería de Don Pascual colapsó por no aguantar tanto animal nervioso. Fue una tragedia que ni se imagina. Eso sí, Tiburcio abandonó la pelea y se mandó a bucear con las ocas.
17 comentarios:
A mí me enseñaron que no diga sí cuando quiera decir no.
Depende, pruebe de sacar la lengua un poquito hacia afuera y verá que se gasta algo más de saliva.
Qué son esos numerítos entre las letras de la imágen. Parece cosa de magia.
La saliva ayuda a digerir, Doc.
Antes del sí hay que estudiar la pregunta. (soy hombre de palabra)
Es verdad, pero en general no sirve para ahorrar dinero.
Eso era a tener en cuenta cuando se prohibía salivar en los ómnibus.
Hace 40 años estaba de moda salivar.
No sé si era metáfora de macho o provenía de algún consejo médico a los fumadores.
Nunca jugó a quien saliva más lejos?
Y a quien la tira más lejos la... (ud ya sabe)
Pero frente al Juez o al Cura, mas bien gasta sudor.
No hay que ahorrar saliva, si de defender un asunto importante se trata.
Cuando le di el sí a el que hoy es mi vecino, lo escupí sin querer. Por eso hoy es mi vecino, only.
El otro día, en lo de Don Pascual, vendían sal sin IVA. Es más, si llevabas una oca viva te descontaban 2 veces! el IVA.
Entonces Tiburcio, que no iba nunca a lo de Don Pascual, salió a cazar ocas para ligar el descuentito. Le fue tan bien que hasta una ballena se trajo. Apenas se cambió de ropa enfiló para lo de Don Pascual, a compral sal fina, gruesa y semi-descremada, que dicen es la mejor. Para su sorpresa, se encontró con unas promotoras que invitaban con vino Don Pascual, y Tiburcio loco de la vida, imaginesé. El caso es que además del vino te convidaban con bolitas de sal, para que uno fuera probando la calidad del producto. Y bueno, el hombre probaba por no despreciar. Así fue hasta que reventaba de sed, mire. Tuvo que arrodillarse frente a las promotoras para pedir algo de líquido, con eso le digo todo. El hecho es que cuando lo atendió Don Pascual para venderle la sal, ya estaba medio tocado. Tanta sed, tanto líquido, que cualquiera al final pierde el juicio.
-Deme un kilo de fina, dos de gruesa y 20 de descremada, Pascual
-Cuántos de descremada?
-Como oyó Don, 20.
-Y no le parece que a tanta sal le va a agarrar la humedad, Tiburcio.
-Le dije 20 Pascual y dejesé de molestar con la humedad, que aquí humedad es lo que más falta.
Ya a esta altura los ánimos estaban caldeados, así que Pascual, que era tipo despierto, trato de aflojar los tientos.
-No se me ponga mal amigo, que va a llevar mercadería barata y de buena calidad.
-Baratas las chinas que puso en la puerta, que con dedal te daban el vino.
-Pero Tiburcio, el vino era solo para degustar.
-De gustar, a mi me gusta que me traten bien, porque no es cosa de hombre matar de sed a la gente.
Y palabra fue y palabra vino, hasta que se levantó polvareda. A la oca que había llevado Tiburcio le agarraron los nervios pobrecita, y empezó a saltar en la piscina como trapecista encapuchado. Los parroquianos que hacían cola, trataban de apaciguar a sus animalitos, pero por falta de experiencia les gritaban zooo! zoooo! y vaya uno a saber lo que las ocas entendían. A todo esto resulta que la pulpería de Don Pascual colapsó por no aguantar tanto animal nervioso. Fue una tragedia que ni se imagina.
Eso sí, Tiburcio abandonó la pelea y se mandó a bucear con las ocas.
LA SALIVA ES GRATIS
Pero la palabra no hace poner la boca de una forma más sensual.
Yo ahorré mucha saliva,
el día que mandé a pasear
a la chorra que me vivía.
También puede ahorrar saliva en el mate.
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