Hace unos días compartí con ustedes una visión del conocido refrán que dice «Dime con quién andas y te diré quién eres» (1).
Comento ahí que, si en el grupo de amigos que nos contienen, que nos alegran la vida y que hasta pueden ayudarnos de diversas formas, están bien vistos los éxitos económicos, procuraremos tener éxitos económicos reales, por la aparentemente insignificante razón de que deseamos aportar esa anécdota en las reuniones periódicas.
Existen otras anécdotas que están fuera de nuestro control.
Me refiero a todo lo que ocurre con nuestro equipo deportivo, la empresa o clientes a los que estamos vinculados o el partido político que preferimos.
Existen muchos detalles interesantes en lo que refiere a cómo generamos acontecimientos reales con el objetivo de contar con datos fidedignos que nos permitan generar el guión teatral que coseche más aplausos.
Los temas principales son variados (economía, deporte, política) y también son variados los roles que cada uno recibe y acepta del grupo.
Efectivamente, en un grupo donde se privilegie la calidad de vida, puede ser bienvenido un integrante que oficie de contraste para mejorar el brillo de todos los demás.
El amigo pobre, fracasado, que no para de cometer error, es amado, integrado, incorporado porque aporta un elemento de disparidad que los demás valoran especialmente para su realce personal.
Si la suerte (aparentemente es el factor determinante) hace que en nuestro grupo de pertenencia recibamos y aceptemos ese rol negativo, notaremos que nuestras cosas irán de mal en peor y buscaremos las causas fuera de quienes amamos, necesitamos y no perderíamos por nada en el mundo.
Cuesta aceptar que la causa de múltiples fracasos y de una gestión de vida negativa, proviene precisamente de un rol que nos fuera asignado con todo amor.
Y en las familias también ocurre.
(1) La construcción de anécdotas
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12 comentarios:
Es una realidad que amoldamos nuestro discurso al auditorio. Cuando conversan más de dos personas inmediatamente se asumen roles diferentes, para que cada cual tenga la oportunidad de presentar una postura diferente. Entre dos es distinto, si se trata de dos amigos, lo más común es que la conversación tenga como propósito la reafirmación recíproca, pero también puede suscitarse un intercambio inteligente de reflexión, estimulado por el punto de vista del otro.
El rol de enfermo es mucho más emocionante si se concentra en una persona o en un grupo familiar. La dispersión quita intensidad. Cuando te asignan y asumes un rol, hay que prepararse; es en blanco y negro, no hay lugar para los grises.
En mi barra el amigo que cae en desgracia, queda afuera del grupo.
Desarrollamos la memoria para contar lo que nos ha sucedido.
Juntarse con amigos de la infancia o de la juventud permite que los temas sean muy variados o por el contrario, que al tener pocas cosas en común, la conversación se centre en un tema del que pueden hablar todos sin decir nada.
Si te unís a un grupo de lindas, todas parecen más lindas todavía.
Ahora que dice, es una buena motivación para hacer cosas, pensar cómo serán recibidas en nuestro grupo de pertenencia. Personalmente me he negado a caer en esa postura, en el entendido de que las verdaderas satisfacciones llegarán en la medida que me centre en buscar los logros que realmente deseo.
Si en el grupo de trabajo alguien tiene el rol de "intachable", las buenas actitudes morales que tengan los demás, pasarán un poco más desapercibidas. Y así con todos los roles.
Aceptar el rol de líder puede llegar a ser agotador.
A propósito de lo que dice Franco, el rol que te asigna un perro también es agotador.
Ahora creo que ser madre no es para mí.
Qué difícil es vivir para no ser pobre!
Es así, el rol que nos asignan quienes nos aman, no deja a un lado su propia conveniencia. Es algo que se hace de modo automático, sin pensar, y sin pensar por supuesto, en nuestra propia conveniencia.
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