El confesionario me da claustrofobia. Yo hablo con mi sacerdote en espacios abiertos, como plazas, parques. Incluso hemos conversado en la playa. Él pertenece a esa rama de la iglesia que es como más abierta, florida, liberal... Además cuando conversamos nadie diría que me estoy confesando. Hablamos simplemente. Asumo sin vergüenza mis pecados, y él me escucha sereno y sin prisa. Podría decirse que es casi como un amigo, aunque algunas vecinas murmuren, presas de la terrible envidia que les carcome los corazones. Él siempre fue así conmigo porque sabe que en mí se puede confiar. A otras personas, sobre todo mujeres, sólo las confiesa en la parroquia, y algunas incluso, hasta dentro mismo del confesionario. Me dieron ganas de contarles todo esto porque ese vestido me hizo acordar de algo muy gracioso. Lola, una vecina jóven pero muy devota, concurre todas las semanas a confesarse. Una vez se ve que vino de la tintorería y cuando entró al confesionario dejó el vestido colgado afuera. Qué cómico! lo que habrán pensado las chismosas del barrio!
Si las almas van a la tintorería, la ropa puede excibirse en los confesionarios. Y para que el recinto no pierda su carácter sagrado, se puede hacer una venta económica para favorecer a tanta empleadita mal vestida que tenemos en el barrio.
Tengo una tintorería que podría convertir en confesionario por las noches, cuando cierra al ámbito mundano y se abre a las almas en pena que llegan desde el más allá.
12 comentarios:
Según la iglesia católica, las almas pueden limpiarse, pero jamás serán puras.
Igual las novias insisten y se casan de blanco como símbolo de pureza.
Pobre Alma
que distraída
quería confesarse
y se desnudó
en la tintorería.
El confesionario me da claustrofobia. Yo hablo con mi sacerdote en espacios abiertos, como plazas, parques. Incluso hemos conversado en la playa. Él pertenece a esa rama de la iglesia que es como más abierta, florida, liberal... Además cuando conversamos nadie diría que me estoy confesando. Hablamos simplemente. Asumo sin vergüenza mis pecados, y él me escucha sereno y sin prisa. Podría decirse que es casi como un amigo, aunque algunas vecinas murmuren, presas de la terrible envidia que les carcome los corazones.
Él siempre fue así conmigo porque sabe que en mí se puede confiar. A otras personas, sobre todo mujeres, sólo las confiesa en la parroquia, y algunas incluso, hasta dentro mismo del confesionario. Me dieron ganas de contarles todo esto porque ese vestido me hizo acordar de algo muy gracioso. Lola, una vecina jóven pero muy devota, concurre todas las semanas a confesarse. Una vez se ve que vino de la tintorería y cuando entró al confesionario dejó el vestido colgado afuera. Qué cómico! lo que habrán pensado las chismosas del barrio!
Si las almas van a la tintorería, la ropa puede excibirse en los confesionarios. Y para que el recinto no pierda su carácter sagrado, se puede hacer una venta económica para favorecer a tanta empleadita mal vestida que tenemos en el barrio.
Alma limpia nunca engorda.
FLAVIO!!!
Qué? cómo es qué? qué dijiste/ quién te dijo/ cómo se hace?
Con razón en el confesionario siempre hay olor a limpio.
Tengo una tintorería que podría convertir en confesionario por las noches, cuando cierra al ámbito mundano y se abre a las almas en pena que llegan desde el más allá.
Acá no hay reciprocidad; jamás las almas podrían ser la tintorería de los confesionarios.
Jacinta tiene razón, pero convengamos que quedaría feo decir que las novias se visten de blanco como símbolo de limpieza.
Sería buena cosa que el agua bendita estuviese adentro del confesionario.
Mi alma tiene la marca del torero que la manchó con su sangre de tinta negra... y no hay confesionario ni tintorería que me lo arregle!
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