Las técnicas de defensa personal que se enseña al solo efecto de mejorar nuestra adaptación a la época (con más inseguridad ciudadana que hace veinte años), tratan de tatuar en la mente de los alumnos el concepto principal: huir de la escena.
Si observamos a los demás animales —que son menos vulnerables que nosotros y tienen los instintos mejor desarrollados—, observaremos que también huyen como primera medida (y pelean si están acorralados).
Los perros tratan de escapar cuando a los humanos nos da por festejar rindiéndole tributo a las mega-flatulencias (fuegos artificiales, petardos, bombas).
Los caballos, mansos y amigables, pueden caer en un ataque de pánico y salir despavoridos, porque sintieron un ruido o vieron una sombra que no esperaban.
Esta forma de reaccionar defensiva, es la básica, la que aprendimos en milenios. Nuestro instinto de conservación se fue configurando y ahora forma parte de nuestra sabiduría filogenética, es decir, la que ya viene en nuestros genes.
Parecería ser que el fenómeno vida reacciona mal ante lo desconocido y se torna confiado ante lo que conoce.
Pero los humanos vivimos en dos niveles: en el nivel natural y en el nivel cultural.
Solemos no distinguir uno del otro. Tanto le tememos a caer porque la fuerza de gravedad (naturaleza), nos atrae violentamente hacia el suelo, como tememos decir algo que pueda ofender a alguien.
En suma: para los humanos existen dos naturalezas que podemos confundir: la real y la artificial.
Si estamos en un cine y alguien grita fuego, seguramente saldremos corriendo llevándonos cualquier cosa por delante.
Si oímos el rumor de que el banco que guarda nuestros ahorros está en dificultades, correremos a retirarlos «antes de que sea demasiado tarde».
Si todos dicen que lo único bello es un vientre plano, haremos cualquier sacrificio para reformar el nuestro.
Nota: La imagen corresponde al jugador de fútbol uruguayo, Diego Forlán.
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13 comentarios:
Las mujeres que dicen querer que su marido las sorprenda, no dicen la verdad.
Si todos dicen que lo único bello es un vientre plano, huiré rápidamente buscando un lugar donde digan otra cosa.
Con todo algunos toleran más que otros lo imprevisible.
Básicamente huímos de dos cosas: de lo que nos sorprende asustándonos, y de lo que nos aburre conociéndolo.
Ahora hay un montón de yeguas que sufren ataques de pánico.
Cuando un sueño se repite, y se repite, y se repite... será que se tatúa en la mente?
No esperaba a Don Segundo Sombra, pero cuando apareció Don Tercero, deduje que eran hermanos ordenados numéricamente.
La valentía es un producto cultural bastante peligroso.
A algunos, cuanto más los conozco menos confío.
Por lo general distinguimos el nivel natural del nivel cultural, pero nos asustan los dos.
Creo que Magela se equivoca, no es nada fácil ditinguir el nivel natural de cultural. Tendemos a naturalizar lo que pertenece a nuestra cultura.
Lo difícil es poner orden y armonía entre un nivel y otro.
A veces, la sabiduría filogenética, nos ayuda a cortar por lo sano.
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