Si un piloto observa que se está quedando sin combustible cuando navega a diez mil metros de altura, puede hacer varias cosas para salvarse él y el resto de los pasajeros, pero algo que no debe hacer es desconectar el medidor para que se apague la alarma.
Existen casos similares en los que la «solución» que se aplica es exactamente ésta.
Cuando se aproximan competencias electorales, los partidarios de un cierto candidato pueden llegar a odiar íntimamente al líder de la oposición.
Se lo critica de todas formas y seguramente es grande el deseo de que padezca un quebranto de salud terminal.
Sin embargo, el verdadero problema de estos entusiastas defensores de un candidato no es la existencia del candidato opositor sino la cantidad de potenciales votantes que lo han instalado en ese lugar para representarlos.
La diferencia con el manómetro que representa la cantidad de combustible del avión es mínima.
Si parece descabellado desconectar una señal creyendo que así finaliza el peligro, también es poco razonable suponer que el representante de un grupo de personas es el responsable de que esas personas existan.
●●●
10 comentarios:
Ah, bueno, entonces voy a matar a todos los del PP y a Aznar lo dejo tranquilo.
Si yo fuese ese piloto me tiro con el paracaídas y que los pasajeros se arreglen. No voy a ir en contra del instinto de supervivencia!
Los políticos no odian; hacen política.
Ud perdonemé pero yo lo primero que hago es apagar la alarma porque me pone loco!
Los votantes son móviles y errantes. Sólo deben preocuparnos los militantes.
Me niego a que me compare con una alarma. Soy la voz del pueblo.
Si liquidan al cabecilla, la masa se dispersa.
Claro, deberíamos odiar a todos los que no votan como uno, es decir, convertirnos en personas odiosas.
Hasta ahora no he logrado ser un entusiasta defensor de nada sin que se me cuele una veta de entusiasta opositor de algo...
¡Y para qué quiere el medidor conectado si ya vio que no tenía combustible!
Publicar un comentario