Cuando los trabajadores rebeldes se postulan para trabajar en equipo difícilmente obtengan las mejores oportunidades y/o remuneraciones.
Imaginemos una enfermedad, (cuya existencia no
descarto), que se caracterizara porque las extremidades (brazos y piernas),
actuaran con total independencia del cerebro: una mano rasca la cabeza mientras
que una pierna simula patear una pelota, a la vez que la otra mano intenta
aplaudir infructuosamente porque no encuentra a la mano compañera pues
actualmente está rascando la cabeza. La pierna restante se mantiene
transitoriamente firme, aunque no nos extrañaría que comience a caminar de
forma tan infructuosa como la mano que deseaba aplaudir, con la consecuencia
inevitable de que el enfermo caerá de bruces.
Según el D.R.A.E., en ámbitos judiciales se
denomina «rebelde» al «Estado procesal de quien, siendo parte en un juicio, no
acude al llamamiento que formalmente le hace el juez o deja incumplidas las
intimaciones de este» (1).
A partir de la enfermedad imaginaria y de la
definición del diccionario, compartiré con ustedes una reflexión sobre la
rebeldía y la falta de coordinación que ella provoca.
Sin dejar de reconocer que los rebeldes y los
obedientes son parte de la Naturaleza, de tal forma que no podríamos decir que
unos y otros están bien o mal, puede ser interesante saber de qué estamos
hablando cuando nos referimos a ellos.
En la enfermedad imaginaria el sujeto afectado
por esa «rebeldía» de
sus extremidades seguramente pasa mal, se vería beneficiado si sus extremidades
fueran más disciplinadas, si obedecieran las instrucciones del cerebro.
Cuando un
ciudadano no cumple con sus obligaciones, también está provocando un disturbio
en la sociedad que integra.
Si bien los
rebeldes son necesarios y reciben tantas opiniones favorables o desfavorables
como los obedientes, no deberían postularse para trabajar en equipo si lo que
buscan son buenas oportunidades y/o remuneraciones.
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10 comentarios:
Sí, creo que para trabajar en equipo, la rebeldía tiene que estar muy bien encauzada. Transformarla en poder de negociación, capacidad de argumentación, convicción profunda en lo que se intenta proponer o defender.
El cerebro tiene que comandar y los afectos acompañar con autenticidad.
Como dice Norton, la auntenticidad de los afectos es fundamental. La razón por si sola no alcanza para impulsarnos a la acción. Pero los afectos no pueden desbocarse a la hora de trabajar.
El rebelde no acepta los mandatos de la justicia establecida, la del gobierno. Va contracorriente y tendrá que gastar mucha energía para conseguir lo que se propone.
El rebelde necesita gastar esa energía de la que habla Álvaro. Lo hace gustoso, le da sentido a su vida y lo hace sentir vivo.
El rebelde necesita gastar esa energía de la que habla Álvaro. Lo hace gustoso, le da sentido a su vida y lo hace sentir vivo.
Depende de la situación. A veces hay que rebelarse y otras hay que ser obediente.
Ser rebelde no implica necesariamente, dejar de cumplir con las obligaciones.
Si en los equipos no hubieran rebeldes, lo que habría sería una estructura vertical disfrazada de horizontalidad.
Algunos disturbios son necesarios. Son sacudidas al orden establecido que pueden ayudar a poner las cosas en su lugar.
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