sábado, 1 de diciembre de 2012

El Ratón Pérez en nuestros criterios económicos



 
 
En algunas personas la leyenda del Ratón Pérez estimula el empobrecimiento y en otras estimula el enriquecimiento.

Cuando en 1894 el rey de España, Alfonso XIII de Borbón, cumplió 8 años, tuvo el honor de conocer la versión hispana de la leyenda del Ratón Pérez.

Efectivamente, el rey perdió su primer diente a esa edad y para festejar el gran acontecimiento (las monarquías son así: tienen prioridades insólitas para cualquier republicano), un sacerdote, (Luis Coloma), recicló una historia que según parece es universal y probablemente milenaria.

Solo como señal de ajuste de nuestras respectivas memorias, esa leyenda cuenta que un ratoncito deja algunas monedas a los niños que guardan sus dientes provisorios (1) debajo de la almohada, a medida que van siendo remplazados por los definitivos.

Cuando los padres tienen la mala suerte de ser descubiertos en plena faena, suelen decir que “al Ratoncito Pérez se le cayó la moneda cuando la estaban llevando para sustituir al dientito”.

Como nada es porque sí, ¿qué significará esta leyenda?

La tradición folclórica psicoanalítica me inspira una ocurrencia, tan desventurada como cualquier otra.

La pérdida de una herramienta tan necesaria para la alimentación no es algo que el niño haga voluntariamente. Más aún: cuando comienzan a aflojársele los primeros dientes, se angustia y cuando se le caen, tanto la pérdida en sí como el ocasional sangrado, resultan muy perturbadores.

Es entonces que el ingenio popular ha pensado en pagarle, indemnizarlo, consolarlo con dinero. En el mundo mágico de los pequeños, actuamos para que él crea que «no hay mal que por bien no venga», o que «Dios proveerá», o que «perder trae suerte».

En la adultez, algunos tratarán de perder solo para ser premiados por un mágico Ratón Pérez y otros apostarán fuerte solo si cuentan con dientes suficientes como para seguir comiendo.



(1) A la dentición provisoria también se la conoce como dentición decidua, dentición de leche, dentición infantil o dentición primaria.

8 comentarios:

Evaristo dijo...

Muy interesante su hipótesis. Ante la pérdida que sufre el niño; nada menos que de parte de su cuerpo, los adultos buscamos indemnizarlo. Existe la posibilidad de que esto colabore para generar la creencia de que las pérdidas traen siempre una ganancia secundaria.

Alba dijo...

¿Y acaso eso no es siempre así, Evaristo? En definitiva durante toda la vida vamos sufriendo una serie de pérdidas, de manera ininterrumpida. Es parte del crecer, del madurar, del convertirse en adulto y luego envejecer y morir. Todas esas pérdidas generan situaciones nuevas que en muchos casos pueden ser ventajosas. Por ej, salir de la adolescencia es una gran pérdida, pero a la vez implica una serie de ganancias beneficiosas.

Facundo Negri dijo...

Soy de la idea de que las pérdidas no siempre generan una ganancia. A veces son pérdidas y punto. La muerte es el ejemplo más claro.

Evangelina dijo...

Para los que creemos en la vida después de la muerte, el asunto es completamente distinto a como lo ve Facundo.

Yoel dijo...

La leyenda del Ratón Pérez puede estimular el crecimiento si el niño siente que a perdido algo que a su vez lo va convirtiendo en adulto. Me parece que la enorme mayoría de los niños quieren emular a los adultos. Quieren ser fuertes y poderosos como ellos. Por ese lado de pronto la leyenda estimula al crecimiento.

Enrique dijo...

El manejo de dinero real, como el que usan los adultos, genera en el niño un sentimiento muy particular de orgullo.

Ingrid dijo...

Es importante que los padres se lleven el dientito y lo guarden. Si dejasen el dinero abajo de la almohada, junto con el dientito, la sensación del niño sería que él no vale; creo que el pequeño aplicaría esa metonimia.

Gabriela dijo...

Recuerdo que cuando se me cayó el primer diente tenía miedo. Mamá me había dicho que si cuando se me aflojara yo me lo sacaba, el diente nuevo me iba a salir torcido. Así que tenía el diente casi en el aire pero yo no me lo tocaba. Entonces la maestra, cuando me vio, me dijo ¨a ver ese diente...¨. Y yo pensé que lo iba a ver nomás, pero no, me lo sacó; la maestra me engañó. Eso me dejó inquieta, a pesar de que pensé que si la maestra hacía eso, no podía estar tan mal. ¿Quién tendría razón; mi mamá o mi maestra? Eso me preguntaba yo.

Lo cómico es que el diente efectivamente me salió torcido.