Criticar la condición humana es tan inútil como criticar los fenómenos naturales adversos (lluvia, frío, viento).
En otro artículo (1) utilicé dos narraciones
clásicas, de esas que pretenden dejarnos alguna enseñanza, algún consejo y
hasta instalarnos algún tipo de adoctrinamiento sobre cómo deberíamos ser: la
historia de las cucharas de mango largo y la historia del perro del hortelano.
La conclusión final del mencionado artículo,
dice textualmente: « El egoísmo de la envidia es el sentimiento que anima a estos
personajes que no ayudan a los demás aunque podrían hacerlo».
También en otro artículo (2) les decía
textualmente: «... no son los objetos ni las situaciones las que se envidian sino el
bienestar que parece tener quien goza de esos objetos o situaciones».
En general
las enseñanzas que refieren al egoísmo y a la envidia parecen tener por
objetivo demonizar estos dos sentimientos, insistiendo sobre la conveniencia de
no envidiar y no ser egoístas.
Dichas
enseñanzas tienen el mismo objetivo que tendría una propaganda oficial
destinada a estimular a los ciudadanos para que paguen puntualmente todos los
impuestos.
Esta
propaganda contendría frases tales como: «no sean egoístas, paguen todos los
impuestos»; «abandonen esa resistencia a colaborar con el Estado»; «la
mezquindad de los ciudadanos es la única causa de la ineficiencia de los
gobernantes».
Por el
contrario, la propaganda que necesitamos es aquella que nos ayude (enseñe) a
convivir con el natural egoísmo de nuestros vecinos y de nuestros gobernantes.
En otras
palabras, más que darnos consejos para que abandonemos el egoísmo y la envidia,
rasgos infaltables en nuestra especie, necesitamos saber cómo responder a los
efectos indeseables que esas características podrían causarnos.
Criticar la
condición humana es tan inútil como criticar los fenómenos naturales adversos
(lluvia, frío, viento).
Conclusión: ¡rentabilicemos el egoísmo y la envidia!
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9 comentarios:
En el videocomentario usted citaba la frase:¨el amor mueve montañas¨, catalogándola de idealista. Concuerdo en que es una frase idealista porque no es el amor el que mueve montañas, es MI amor, el que en todo caso podría llegar a moverlas. Por lo tanto conocer el alcance de nuestro amor puede ayudarnos a mejorar, a amar más, y no pedirle peras al olmo, porque lo que me exija a mí, se lo voy a exigir a otros.
Siguiendo con la propuesta de Gabriel, pienso que lo aplicado al amor, puede aplicarse a muchos sentimientos. Yo podría decir que la envidia es altamente destructiva, pero no es LA envidia, sino MI envidia. Entonces si paso a pensar la envidia como algo que me compete, puedo probar qué hacer con ella para manejarla lo mejor posible, para bien propio y de los demás.
Dado que nuestra condición humana incluye el egoísmo, no es justo tachar a alguien de egoísta y bajarle la persiana. Si comprendemos que en mayor o menor medida, todos somos egoístas, nuestra comprensión y capacidad de amor a nuestros semejantes, aumentará considerablemente.
No creo que criticar la condición humana sea inútil; siempre y cuando tengamos entrenada la autocrítica. Criticar y criticarnos sirve para rectificar, para avanzar. No nos conformemos con lo que somos. Si miramos nuestra vida hacia atrás, veremos que hemos cambiado, y muchas veces es para bien: nos hemos hecho más comprensivos, tolerantes, generosos. También puede suceder exactamente al revés, y tomar contacto con esa realidad puede ayudarnos a mejorar nuestra calidad de vida.
Cuando otro me hiere con su egoísmo, altanería, violencia, creo que lo mejor es ir aprendiendo que esas heridas son parte de la vida. Podemos protegernos, alejarnos de aquellos que sistemáticamente nos dañan, comprender que la agresión recibida tiene que ver con el que la ejerce y no con quien la recibe, es decir, dejar de tomarse todo como algo personal porque no tiene sentido. El otro actúa de acuerdo a lo que es. En cada momento actúa de la única manera posible. Cuando me hiere, tengo que protegerme, pero no es inteligente quedarme en la angustia. Quien tiene el problema es aquel que hizo daño, la persona dañada tiene que aprender a guarecerse, del mismo modo que se guarece del frío, como plantea Mieres.
No tiene sentido demonizar al egoísmo. Somos egoístas porque tenemos que hacernos cargo de nuestra vida. Ése sería para mí el sano egoísmo. El egoísmo que joroba es aquel que destruye las posibilidades de una convivencia amorosa y armónica.
Me duele el egoísmo de mi esposo. Él puede serme infiel todas las veces que quiera, pero si se llegara a enterar que yo también le soy infiel, sería capaz de matarme.
Como muchos adultos somos como niños, basta que nos digan ¨¡paguen los impuestos!, para que nosotros dejemos de pagarlos.
Necesitamos una propaganda que nos ayude a convivir con nuestro propio egoísmo, para a partir de ahí, hacer algo por superarnos.
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