Tenemos dos opciones: averiguar
qué quiso decir el autor de una frase o tratar de interpretar hoy qué significa
para nosotros.
Los textos suelen tener algún atractivo
especial que sirva para llamarnos la atención: los juegos de palabras, la rima,
la musicalidad, los contrasentidos, lo paradojal, son rasgos que en un texto
funcionan como atractivos magnéticos, como señuelos seductores, como
condimentos que agasajan nuestro sentido del (buen) gusto.
Otro factor encandilante es la supuesta
autoría del texto. Cuando vemos algo escrito por A. Einstein, imaginamos estar
ante una genialidad; si el autor es Groucho Marx, nos preparamos para reír; si
el autor es Jesús, leeremos alguna enseñanza moral.
Si leemos la frase: “Las instituciones
fracasan victimas de su propio éxito”, somos atraídos por algo que contradice
el sentido común, pero si luego nos enteramos de que fue expresada por el
pensador francés Barón de Montesquieu (1689 - 1755), quizá exclamemos: «¡Vaya, vaya!
¿Qué genialidad tenemos aquí?...pero, ¿qué habrá querido decir?»
Sobre esta
forma de reaccionar quiero hacerles un comentario.
Casi todos
fuimos educados por la experiencia para querer saber qué piensan los demás
cuando nos dicen algo. Al leer esta frase de Montesquieu, nuestra mente vuelve
a las experiencias vividas las primeras veces que nuestra madre nos habló y nos
desesperamos porque no le entendimos.
Claro que
esta desesperación (angustia) fue el motor de nuestras ansias de aprender a
hablar. Sin esa angustia, no sabríamos comunicarnos, pero la historia fue
cambiando, aunque no así nuestra desesperación por saber qué nos quisieron
decir, como si nuestra existencia continuara dependiendo tanto del mensajero
como cuando nos hablaba nuestra madre.
Pocas
personas se beneficiarán hoy de entender lo que Montesquieu quiso decir hace
siglos. En todo caso, lo que a muchos nos interesa saber hoy es por qué nuestro
éxito podría hacernos fracasar.
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8 comentarios:
Nuestro éxito podría hacernos fracasar porque nos descansaríamos, nos podríamos vanagloriar, autovalorarnos en exceso.
Si ud. me dice que el éxito podría hacerme fracasar... me quedo un poco más cómodo en mi fracaso.
Creo que el anónimo es irónico. Nadie se queda cómodo en el fracaso, salvo que ese sea su secreto deseo: fracasar.
Fracasar puede ser un deseo cuando le tememos al éxito, sea porque creemos que no lo merecemos, o porque no nos sentimos preparados para enfrentarlo.
Enfrentar el éxito implica ser capaz de soportar la presión que ejercerán sobre nosotros todos aquellos que esperan -por algún motivo que los beneficia- que el éxito se mantenga constante en el tiempo.
Mantener el éxito de manera pareja y constante es un imposible. Si esperan eso de nosotros, nos enfrentan a un imposible.
Supongo que debe ser agotador vivir en permanente estado de éxito. Por ser algo tan raro, puede dar miedo. Además tenés que soportar el acoso de los que equivocadamente te endiosan.
No saber qué está pensando el otro, cuáles son sus intensiones, debe ser tan angustiante como querer comprender lo que nos dicen y no poder hacerlo. Es una forma de exilio radical. A pesar de todo tenemos que aceptar que sólo podemos comprender las palabras, no las intensiones.
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