Saber de uno mismo, (deseos, fantasías, intenciones), es una fuente inagotable de humor en todos los estilos: irónico, ridículo, obsceno, macabro, elegante, infantil.
9 comentarios:
Ma. Eugenia
dijo...
A ud le parece? Será tan divertido saber de una misma?
No sé si fue gracioso, aunque un poco lo fue. Y tenía que ver conmigo. Sucedió que vi a una persona de saco rojo y capucha. Como a cien metros venía alguien caminando entre los árboles muy verdes, vestido de rojo. Era una calle que hacía una bóveda verde con las hojas de los árboles. Yo vi a la persona roja. Y en un instante me distraje y ya no la vi. No había nadie más que la persona de capucha y yo. Pensé que la persona de capa roja y capucha no existía. Pensé que sólo la había visto yo. Y me dio miedo. De pronto la había visto por ver tanto verde. Pero no. Seguí caminando y llegué a la esquina. Miré a ambos lados. La persona no estaba. Caminé un pocó más. Había algo verde. Un contenedor para la basura. Y de ahí salió la capucha roja, de una mujer flaca, sin edad ni compañía. Después salió el cuerpo que se fue caminando cuesta arriba.
Mi fuente se agotó, porque saber de mi mismo me dio sed de sabiduría, de justicia, de curiosidad. Pero yo sé que escondida bajo tierra, todavía queda más y más agua.
Es bueno vivir con el humor a flor de piel. Algunos se ponen serios y dicen que eso se logra tras una ardua disciplina que supone una filosofía de vida sabia. Otros como yo, simplemente pensamos que el humor nos ayuda a socializar; a los que somos medio torpes.
9 comentarios:
A ud le parece?
Será tan divertido saber de una misma?
Lo que yo sé de mi misma sólo lo saben dos amigos y mi terapeuta.
Pero ninguno de los tres nos reímos nunca. (de eso que sabemos de mí) shhhh!
No sé si fue gracioso, aunque un poco lo fue. Y tenía que ver conmigo.
Sucedió que vi a una persona de saco rojo y capucha.
Como a cien metros venía alguien caminando entre los árboles muy verdes, vestido de rojo.
Era una calle que hacía una bóveda verde con las hojas de los árboles.
Yo vi a la persona roja.
Y en un instante me distraje y ya no la vi.
No había nadie más que la persona de capucha y yo.
Pensé que la persona de capa roja y capucha no existía. Pensé que sólo la había visto yo. Y me dio miedo.
De pronto la había visto por ver tanto verde.
Pero no.
Seguí caminando y llegué a la esquina. Miré a ambos lados. La persona no estaba. Caminé un pocó más. Había algo verde. Un contenedor para la basura. Y de ahí salió la capucha roja, de una mujer flaca, sin edad ni compañía. Después salió el cuerpo que se fue caminando cuesta arriba.
Mi fuente se agotó, porque saber de mi mismo me dio sed de sabiduría, de justicia, de curiosidad.
Pero yo sé que escondida bajo tierra, todavía queda más y más agua.
Y pensar que ya no sé de mi mismo ni mi maldita identidad!
Mis padres son psicólogos pero no tienen humor.
Lo siento.
No saber de uno mismo es una fuente inagotable de humor para los amigos, los vecinos, la novia, el jefe, los profesores, etc.
Mi humor de estilo jónico es más esbelto que el de estilo dórico. Pero lo mejor de todo es que ambos son sólo para entendidos.
Es bueno vivir con el humor a flor de piel. Algunos se ponen serios y dicen que eso se logra tras una ardua disciplina que supone una filosofía de vida sabia. Otros como yo, simplemente pensamos que el humor nos ayuda a socializar; a los que somos medio torpes.
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