jueves, 13 de octubre de 2011

Significante Nº 1.038

¡Qué injusticia afectiva! Recordamos mejor a los deseos que nos frutraron que a los deseos que nos dieron satisfacción.

11 comentarios:

Estela dijo...

Qué raro que con los deseos incumplidos la memoria no nos ayude a olvidar. Con los recuerdos desagradables sí nos ayuda.

Magdalena dijo...

Cómo nos cuesta a los padres frustrar a nuestros hijos! Con lo necesario que es.

Lautaro dijo...

Los deseos satisfechos no los recordamos nosotros. Los recuerdan nuestros hermanos.

Iris dijo...

Los deseos que se frustran, permanecen insistiendo realización.

Yoel dijo...

Todos los deseos insatisfechos se juntan para tirarnos abajo.

Lucas dijo...

También se recuerda muy bien a las personas que oficiaron de frustradoras.

Lola dijo...

Olvido perrerías, pero no deseos incumplidos.

Macarena dijo...

Lo que pasa es que el deseo satisfecho pocas veces supera a lo que habíamos imaginado que íbamos a sentir satisfaciendo el deseo. Por eso se olvida; por desengaño.

Maruja dijo...

Desear algo y que después no te satisfasga, hace que las ilusiones se nos pongan más modestas.

Lucía dijo...

Pensar que de niña deseaba tanto tener un perro! No se podía porque vivía en apartamento. Ahora que podría tenerlo, no lo quiero ni aunque fuera de cerámica.

la gordis dijo...

Hasta el día de hoy recuerdo el sabor de los primeros helados que tomé. Y el deseo siempre se renueva. Eso está bueno. Pero no con los helados.