En un artículo titulado ¿Qué es un regalo? sugería que mediante esta práctica social, quien entrega somete a quien recibe en un clima tan simpático que se hace difícil percibir cualquier intención negativa que pudiera contener esta acción.
— Si soy fanático de The Beatles, seguramente alguien me obsequiará un CD con Los mejores corridos mexicanos;
— Si adoro las seriales de televisión, seguramente alguien que me quiere mucho me regalará excelentes libros;
— Si lo único que me desesperan son las motos, seguramente me gratificarán regalándome hermosas prendas de vestir de tela y no de cuero.
Cuando el amor es aún más grande (el de un padre o una tía rica), sólo me becarán para estudiar lo que tiene mejores posibilidades de éxito futuro (sin considerar mi vocación).
Como digo en el artículo mencionado en el primer párrafo, el regalo procura influir, cambiar, gobernar, sobornar, modificar, transformar, someter, dirigir al feliz beneficiario.
La enseñanza de un país puede ser obligatoria y gratuita para orgullo de los ciudadanos biempensantes.
Lamentablemente esta política envilece (corrompe, pervierte, contamina) tanto como los amorosos regalos.
El sistema político nos cobra impuestos que luego aplica a transformar el pensamiento de la mayor cantidad de ciudadanos posible mediante programas de estudio que incluyen patrocinar el régimen más beneficioso para quienes detentan el poder.
Pero tienen un único problema que felizmente han podido resolver con éxito: las matemáticas no favorecen a ningún régimen y hasta podría permitir que los ciudadanos piensen por sí mismos.
Dicha asignatura no gusta, los estudiantes rehúsan pensar, son haraganes. Pero los perdonamos porque sí saben pensar alineados con el sistema político.
¡Destinemos mucho dinero a la enseñanza gratuita que es plata bien gastada en propaganda del sistema!
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9 comentarios:
Uy! Qué crítico que está hoy Licenciado. Baje un cambio, porque se va a poner a toda la gente en contra.
Me alegra mucho hacer regalos. Siempre intento regalar aquello que el otro está deseando tener. Ahí radica mi satisfacción. Recibir regalos no me gusta tanto porque es más grande la espectativa que la realidad. Conmigo es difícil que le emboquen. Pocos saben que soy tan fácil, que con un ramo de flores me tienen a sus pies.
En los regímenes democráticos los partidos se van alternando en el poder. Cada cual tiene la posibilidad de propagar su ideología. Después el individuo, cuando conoce todas las campanas, está en condiciones de elegir.
Mayor es la intención de propagar un sitema de valores (incluídos en una ideología) en los colegios privados. Por una cuestión de marketing, cada uno debe tener un matiz particular que ofrecer.
No me va a decir que la enseñanza laica y gratuita es más ideologizante que la privada. En las escuelas públicas asisten niños de distintas clases sociales, que viven de manera diferente y amplián los horizontes de los niños y jóvenes.
Lo que dice Margarita, hoy en día no es tan así. Las clases altas envían a sus hijos a colegios privados, mientras que las clases medias y bajas lo hacen a las escuelas públicas. Los colegios brindan una enseñanza más completa, más servicios (psicólogos, psicopedagogos, profesores de idiomas, actividades de expresión artística y lúdica, viajes y campamentos a fin de año) tienen mejores locales, grupos más pequeños, usuarios menos agresivos. Lo único a favor es que, casi siempre, maestros y profesores son los mismos en todos lados.
Estoy de acuerdo con su enfoque respecto a las matemáticas y es muy sintomático que esa materia sea tan difícil para la mayoría de los alumnos. Los chicos son haraganes para pensar porque casi todo el tiempo están asumiendo el rol de espectadores, en lugar de interactuar con el medio y divertirse inventando cosas y haciendo travesuras. Tienen pocas oportunidades de desarrollar su imaginación y por lo tanto poca capacidad para resolver problemas.
Es muy difícil animarse a pensar con la propia cabeza, con los propios sentimientos e intereses. Corremos el riesgo de ser ferozmente criticados o peor aún de quedarnos solos.
Quizás no valga la pena. Si nos favoreciera, de pronto ya lo habríamos hecho.
Pero la matemática no promueve la opinión, ni el debate.
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