En la última carilla el autor sorprende con una insólita interpretación de los hechos y hace lo mismo en el último párrafo y nuevamente en la última línea...
15 comentarios:
Julia
dijo...
Es indudable que somos la diversión de los dioses (y de los escritores y de los...y de los...)
Soy uno de esos escritores que padecen de angustia ante el adiós. Por eso doy vueltas antes de terminar un cuento. Y los cuentos se me convierten en novelas. Y las novelas en series. Y las series... me las pagan bárbaro!
Ayer me partí la cabeza con un cuento que en todo momento te iba haciendo explícitas la peripecia creativa del autor. El tipo te iba contando la historia y al mismo tiempo te decía que le parecía un buen camino intoducir tal personaje o que no se iba a gastar describiendo tal lugar porque prefiría que lo imagináramos y cosas así.
Los maestros del suspenso saben encender la expectativa y mantenerla viva, aunque entre un tramo y otro de lectura, la vida real reclame de manera absorvente hasta la última gota de energía.
15 comentarios:
Es indudable que somos la diversión de los dioses (y de los escritores y de los...y de los...)
Abusan de la vuelta de tuerca y al final la rosca se rompe.
Cuando estoy pasada de rosca, me gusta que me lean en la bañera.
La interpretación de los hechos fue tan insólita que el cuelgue me vino por el lado de buscar la biografía del autor.
Una vez leyendo un cuento, me pasó que el virage que daba la historia era tan brusco, que los lentes terminaron cayendo a mis espaldas!
Me mató cuando constaté que la última letra era un asterisco.
Entre las escritoras feministas está de moda terminar los cuentos con @
En la última carilla el autor se sorprende porque no le quedan más hojas. Es lo que llamamos un final trunco.
Algo así es lo que hace mi analista en los cinco minutos finales de cada sesión.
Soy uno de esos escritores que padecen de angustia ante el adiós. Por eso doy vueltas antes de terminar un cuento. Y los cuentos se me convierten en novelas. Y las novelas en series. Y las series... me las pagan bárbaro!
Ayer me partí la cabeza con un cuento que en todo momento te iba haciendo explícitas la peripecia creativa del autor. El tipo te iba contando la historia y al mismo tiempo te decía que le parecía un buen camino intoducir tal personaje o que no se iba a gastar describiendo tal lugar porque prefiría que lo imagináramos y cosas así.
Confieso que soy un lector fácil. Me gustan los finales felices.
Los maestros del suspenso saben encender la expectativa y mantenerla viva, aunque entre un tramo y otro de lectura, la vida real reclame de manera absorvente hasta la última gota de energía.
El significante 1100 me recordó "Viaje a la semilla", de Carpentier.
En cuanto a la imagen, me gustó más el libro que la película.
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