sábado, 29 de enero de 2011

El costo de la insanía mental femenina

Las mujeres pagan para no disimular su inestabilidad emocional.

Todos los seres humanos estamos expuestos a que los cambios en el funcionamiento orgánico nos modifiquen el humor, a veces en cuestión de minutos.

Este dato de la realidad lo hemos incorporado a nuestra cultura, construyendo (en mutua colaboración de ambos sexos) el prejuicio de que las mujeres no saben lo que quieren, que son todas unas histéricas, que no se puede contar con ellas, que nadie las entiende.

Con este prejuicio hemos logrado

1º) que ellas no se repriman, aunque tienen que pagar el costo de no tener buena fama; y

2º) que los varones, que también sufrimos similares alteraciones de carácter, alentados por la mala publicidad que recae sobre ellas, disimulemos para no contrariar la creencia

— recluyéndonos en un cerrado silencio,

— apartándonos de potenciales víctimas,

— dedicándonos al increíble deporte de pescar (recuerdo que un filósofo que estuvo de moda el siglo pasado, llamado Lin Yutang [Taiwan, 1895-1976] decía que «Una caña de pescar es una vara langa, que en un extremo tiene un hilo y en el otro un imbécil»).

Es objetivo que el rol biológico de la mujer la obliga a repartirse entre su familia y el trabajo.

Tal condición le impone un mayor ausentismo, que razonablemente justifica en algo un salario menor al que se merecen quienes pueden ofrecer una mayor asiduidad en el cumplimiento de sus compromisos laborales (varones o mujeres con escasos compromisos familiares).

Sin embargo, el prejuicio, la mala fama, el estigma de que ellas son más imprevisibles que los varones, también participa en la justificación de una menor valoración de su esfuerzo laboral.

Como dije, ellas se benefician en que no tienen que disimular sus cambios de carácter como tenemos que disimular los varones, pero lo pagan recibiendo salarios más bajos.

Nota: la imagen pertenece a los personajes de la serie televisiva Sex and the city.

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10 comentarios:

Rubén dijo...

Totalmente de acuerdo con su planteo.

Evaristo dijo...

Lo que dice sobre la pesca usted y ese filósofo revela que no tienen la menor idea de qué es pescar. No es conveniente opinar acerca de lo que no se conoce.

Alicia dijo...

Los compromisos familiares pueden o no asociarse a los cambios de humor.

Andrea dijo...

Nuestra cultura ha obligado a los hombres a controlar sus emociones, y como ud bien dice, eso tiene sus pro y sus contras.

Filisbino dijo...

Las generalizaciones modifican la realidad. Si crecemos pensando que las mujeres son inestables o débiles, hay más posibilidades de que nos identifiquemos con esas características o que creamos verlas en ellas.

Martín dijo...

A mí me modifica el humor el ruido de los tacones de mi madre.

Evaristo dijo...

Me gustaría asistir al nacimiento de un prejuicio. Cómo surge, en boca de quién, cómo se difunde, qué hechos lo desencadenan... todo eso debe ser muy interesante.

Club de Pesca Semejante Corvina dijo...

Te vamos a romper la jeta, imbécil.

Anónimo dijo...

Parece que lo interesante ha pasado a ser la "pesca". Muchos años pensé lo mismo que el filósofo taiwanés. Pero, después de observar a mi marido y su "barra de pesca", he cambiado: no son "imbéciles", son astutos: con el pretexto de la pesca, salen en barra, llevan carne y bebidas como para alimentar a una aldea de más de 100 personas, y van por una semana!!!!!!!(Las imbéciles somos algunas mujeres que lavamos la ropa que traen, embarrada y demás...)Sé porqué lo digo.

Raúl dijo...

Me da un poco de tranquilidad saber que los varones también tenemos altibajos en el ánimo. Pensé que me pasaba a mí solo.