domingo, 20 de junio de 2010

La fuerza de la debilidad

Los italianos se enorgullecen de uno de sus escritores más famosos del siglo veinte.

Cesare Pavese (1908-1950) alguna vez escribió: “Lo que distingue al hombre del niño es el saber dominar a una mujer. Lo que distingue a una mujer de una niña es el saber explotar a un hombre”.

Si la mujer permite ser gobernada por un niño, es porque cede ante la ingenuidad, la ternura y la vulnerabilidad.

Si el hombre permite ser gobernado por una mujer, es porque cede ante la debilidad y la sabiduría, asociadas.

Estoy seguro de que tarde o temprano, terminaremos convirtiendo en ideología colectiva, alguna idea que descalifique la fuerza bruta y entronice la habilidad negociadora.

Herramientas tan eficaces como averiguar qué desea el otro, qué prefiere, cuál es su momento más adecuado para aceptar un cambio de planes, qué lo divierte, dónde tiene la puerta hacia la generosidad, el compañerismo, la colaboración, son destrezas que serán fundamentales en tres áreas:

1) En la salud: dejaremos de combatir las enfermedades y negociaremos (con los agentes patógenos) inteligentemente, la territorialidad del planeta que habitamos los seres vivos;

2) En la relación entre hombres y mujeres, para formar equipos en los que la energía de cada uno se sume para producir y no se reste por competir;

3) En la manera de ganarnos la vida, desarrollando la habilidad para que todas las fórmulas de interacción económica incluyan la consigna «ganar-ganar» (repartir beneficios, aliarnos, complementarnos).

A mí me pasa lo mismo que a usted: tengo miedo de abandonar la violencia. Lo que acabo de escribir me parece romántico, idealista, estúpidamente teórico.

Pero, lo lamento, el razonamiento y la historia son inapelables: la habilidad negociadora termina reconquistando lo que se perdió en el campo de batalla.

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El orgasmo salarial
Ser hombre es mejor que ser mujer
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La discusión deportiva
«Hay que COMBATIR la violencia»
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«¡Cállate o te golpeo!»

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9 comentarios:

Rómulo Catalenos dijo...

La popularísima canción titulada "María Cristina me quiere gobernar", surge a mediados del siglo XX, inspirada en la obra sagaz y profunda del escritor italiano de Cesare Pavese.

Sandra39 dijo...

Somos muchísimas las madres y son unos cuantos los padres que actualmente están siendo gobernados por sus hijos de uno, dos y tres años.

Marcia dijo...

Ese Pavese quería fama inventando frases ingeniosas pero apartadas de la realidad. La mayoría de las mujeres no explotamos ni deseamos explotar a nuestro hombre.

Rosario dijo...

Cuentan los ancianos más sabios, que la Debilidad y la Sabiduría se quisieron asociar. La Debilidad ofreció su delicadeza y su prudencia mal entendida; la
Sabiduría prometió aportar su ponderación y experiencia.
Pasaron los años y ambas trabajaron con ahinco, en plena armonía y complementariedad.
Un día gris y aciago, la Debilidad cedió a la tentación que supo germinar en su corazón la hermana Codicia. Sabiduría luchó por salvar a Debilidad de los encantos maliciosos de la terrible Codicia. Y llegó tarde. Una vez las hubo encontrado, Debilidad y Codicia bebían del mismo vaso, riéndose a carcajadas del Nazareno que caminaba por el desierto calzando las viejas sandalias de su padre.

el oriental dijo...

La habilidad negociadora permite que los puentes vuelvan a unir a los hermanos.

Damián dijo...

El muchacho de la inmobiliaria que me alquiló el apartamento donde vivo, me dijo que un negocio se definía cuando para ambas partes la situación era de ganar. Lo que no entiendo es por qué me ocultó las humedades putas que ahora se esconden por todas las paredes, como escapándose de la lluvia.

Serrana dijo...

La competencia es lo más divertido del matrimonio, después de discusiones al pedo y los ataques a la familia del contrario.

Florencio dijo...

A mí me pasa lo mismo que a usted, nadie me espera, lo mismo que a usted.
Yo soy dichoso, lo mismo que usted.
Jamás compito, lo mismo que usted.
Siempre negocio, lo mismo que usted.
Nunca combato, lo mismo que usted.
Soy como Lennon, lo mismo que
usted...

Por qué no charlamos un poquito, eh!
para no sentirnos tan solos.

Lola dijo...

Mi puerta a la generosidad está justo por debajo del coxis.