Con el amor pasa algo muy serio. El amor es un dar y recibir. Cuando se da y da mucho, naturalmente se espera recibir mucho, mucho. Ahí es cuando se pierde de vista al objeto de amor. La necesidad me lleva a dar, muy bien, pero cuando paso seguido me lleva a exigir, se complica. Porque lo que voy a exigir va a ser lo que yo necesite recibir y no lo que el otro necesite y quiera dar. El resultado final es un insatisfecho y un ahogado.
Lo que dice Violeta de la responsabilidad en el amor está muy bien. Si somos capaces de asumir con responsabilidad un vínculo, no vamos a estar atentos sólo a nosotros mismos, también vamos a estar atentos al otro.
Tengo genuina admiración por mi vieja. Ella siempre estaba pendiente de todo pero su presencia no era escandaloza. Era un estar, ocupar un lugar claro y reconocido. Jamás atropeyó por imponerse, sin embargo nunca claudicó en ser ella misma.
Dicen que mi madre no pudo criarme. Me dio la vida y luego me entregó en adopción. Mi madre adoptiva es mi madre pero al mismo tiempo y en el mismo lugar, esa mujer que no conocí, también lo es.
11 comentarios:
Los hijos de judía nos realizamos cuando escribimos un libro, plantamos un árbol y escribimos un tango con loas a la vieja.
Por suerte, madre hay una sola.
Por el amor a Dios se ha matado y torturado a mucha gente. De ahí para acá, al amor lo tengo como un sentimiento preocupante.
Las mejores madres son las ególatras pero discretamente responsables.
Con el amor pasa algo muy serio.
El amor es un dar y recibir. Cuando se da y da mucho, naturalmente se espera recibir mucho, mucho. Ahí es cuando se pierde de vista al objeto de amor. La necesidad me lleva a dar, muy bien, pero cuando paso seguido me lleva a exigir, se complica. Porque lo que voy a exigir va a ser lo que yo necesite recibir y no lo que el otro necesite y quiera dar. El resultado final es un insatisfecho y un ahogado.
Lo que dice Violeta de la responsabilidad en el amor está muy bien. Si somos capaces de asumir con responsabilidad un vínculo, no vamos a estar atentos sólo a nosotros mismos, también vamos a estar atentos al otro.
Querer demasiado ya no es querer, se transforma en dañar.
Tengo genuina admiración por mi vieja. Ella siempre estaba pendiente de todo pero su presencia no era escandaloza. Era un estar, ocupar un lugar claro y reconocido. Jamás atropeyó por imponerse, sin embargo nunca claudicó en ser ella misma.
Dicen que mi madre no pudo criarme. Me dio la vida y luego me entregó en adopción. Mi madre adoptiva es mi madre pero al mismo tiempo y en el mismo lugar, esa mujer que no conocí, también lo es.
Mi vieja ya murió, pero de tanto quererme, sigue en mí, conmigo.
Más vale que sobre y ¡que nunca falte!
Publicar un comentario