Mientras espero el ómnibus, leo los titulares de los diarios y me entero que las entradas para el concierto de Fulanita están agotadas y que costaban 1.000.
Algo de esa noticia me fascina con amargura.
Llega el ómnibus y mientras viajo hacia mi trabajo, entiendo mi amarga fascinación: Para ver la actuación de Fulanita, muchas personas —iguales a mi— pagaron un poco más de lo que yo gano en un mes.
Peor aún: Fulanita también es igual a mí.
¿Qué nos hace diferentes? ¡Ya sé! El resto de la gente, la sociedad. El criterio de valoración es el que determina que yo valgo mucho menos que Fulanita.
Lo mismo le sucede a los hijos cuando notan en carne propia que hay un hermano que es el preferido indiscutido y que todos los mimos siempre son para él.
Ya estoy por bajarme. Con permiso, con permiso... Déjenme pasar por favor que me bajo en la próxima parada...
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11 comentarios:
¿Se referirá al concierto de Madonna en Buenos Aires?
¡Cómo duelen estas diferencias ... cuando nos toca la peor parte!
Me siento muy pobre pero sin embargo una vecina veterana me confesó que me envidia porque tengo un montón de hijos y ella ninguno.
Entre hermanos esos rencores, se solucionan casi siempre con el paso del tiempo. Uno acepta ser el preferido y deja de ostentarlo; el otro acepta no ser preferido y deja de lamentarlo.
Lo del valor depende ante quién.
Cada cual gana su valor de diferentes maneras. Al final, entre las sumas y las restas, los diferentes se igualan y los iguales de diferencian.
Si se baja en la próxima parada me parece que le conviene largar los caramelos y ponerse a revender entradas.
Si fulanita es igual a ud. me gustaría conocerlo; pura novelería vió.
El hermano preferido lleva en carne propia todos los mimos.
Hacer justicia le va a llevar a la Humanidad más tiempo que solucionar el problema del hambre.
De última, Fulanita no me fascinaría si no fuese mediática.
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