La esperanza, como calmante universal de nuestros problemas, cuenta con la muerte como solución universal y definitiva.
Los seres vivos huimos de aquello que ponga en riesgo la supervivencia.
Cuando un caballo acelera su andar al recibir un golpe, no se da cuenta que huir es inútil porque aquello que le provoca dolor (el jinete), va con él.
Claro que alguien puede alegar que el caballo reacciona así por su escasa inteligencia, sin embargo todos conocemos personas que cambian de pareja, de trabajo o de país, ignorando lo mismo que ignora el caballo: que el problema lo tienen dentro.
Si meditamos un poco más podemos decir: el caballo sabe que la fuente del dolor va con él pero también sabe, porque es muy inteligente, que acelerando el paso el jinete dejará de molestarlo.
Y con esta conclusión podemos observar al ser humano y decimos: esta persona tiene tantos cambios en su vida, no porque se crea que así va a solucionar algo, sino porque ha descubierto que las molestias que lo mortifican se atemperan en cada recomienzo, ya sea porque se distrae con los cambios y se olvida un poco de sus angustias o porque se permite doparse con renovadas dosis de esperanza.
Nuestra relación con la muerte es imaginaria porque lo más que podemos saber es cómo se sufre cuando alguien muy querido fallece, pero nadie sabe qué es morirse él mismo. Existe una leve sensación de que quizá algún día, no sabemos cuándo, dejemos de tener tantos problemas, angustias, preocupaciones.
Es posible pensar que aquellas personas que no se dedican a resolver sus problemas personales sino que siempre recurren a calmar sus molestias con las dosis de esperanza que hagan falta, cuentan (sabiéndolo o no) con el proverbio que dice: «no hay mal que dure cien años».
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11 comentarios:
"Un chango se está muriendo, con su acullico en la boca,y preguntaba a la muerte, si en el cielo vendían coca".
(del folklore jujeño)
Y otro, de origen por mí desconocido, afirmaba que "la vida es una enfermedad que se cura con la muerte"
Puestos a repetir cosas de otro, parece que cada uno habla de la fiesta por como le fue en ella.
Una vecina mía, uno de esos días en que se estaban pronosticando catástrofes globales, opinaba con ostentosa actitud de autoridad, que acá no podría llegar porque si no nos moriríamos todos, lo cual para ella era suficiente demostración de lo que se empeñaba en sostener.
No entiendo Ana Fernanda, cuál es la relación entre los 3 primeros párrafos y el último.
Las personas que piensan que no hay mal que dure cien años, lo hacen desde un punto de vista individualista. Revisando un poco la Historia, nos damos cuenta que casi todos los males de la humanidad duran más de cien años.
Estoy de acuerdo en que los abundantes cambios en la vida de una persona, pueden ser formas de distracción, de darle largas al asunto de fondo, de revivir la esperanza. En definitiva son engaña pichanga.
La fuente de dolor va conmigo y siempre utiliza la misma agua.
Necesito cortarle las alas a este esperanzado corazón mío, pero las alas siempre vuelven a crecer, aunque la muerte se avecina...
Qué foto maravillosa! El fotografo logro captar el instante justo de máxima espectacularidad.
Y haciendo un paralelismo digo, que no quisiera ver juzgada mi vida, por un instante espectacular.
Desde que cumplí 60, la muerte dijo presente en mi vida. Llegó para instalarse definitivamente en mis días y en mis noches. Intento tener con ella una buena convivencia, aunque no es fácil. La muerte a veces me apura; quiere que me trage la vida de un bocado. Otras veces me deja apesadumbrada o me llena de nostalgias.
La he aceptado en mi casa, pero aún no me animo a mirarle la cara. La veo de reojo, la dejo comer en mi mesa y acostarse en mi cama. No puedo ignorarla, pero ella sabe que no es bienvenida.
Todo consumo humano tiene por fin la muerte. Por eso se dice que el capitalismo lleva en sus entrañas una enfermedad terminal.
Cuando Don Rodrigo llegó a América dijo: mi supervivencia está en juego, y de aquí no me muevo.
100 km adelante, con el caballo cansado y deseoso de encontrar los grandes tesoros de América, descubrió que la Esperanza se le había bajado del caballo. "Buscadla entre los incas", ordenó desesperado. "Todos sabeis que la Esperanza es incansable", agregó algo avergonzado. Así fue que todos recorrieron el Imperio, hasta que de pronto dieron con los fastuosos tesoros que engalanaban al Quri Kancha. De inmediato saquearon el templo dorado y volvieron presurosos en busca de Don Rodrigo. La alegría desbordó las inquietas almas de los aventureros y se organizó un gran festín que duró toda la noche. Al día siguiente Don Rodrigo despertó de un sobresalto. Tuvo el firme presentimiento de que se les había perdido para siempre la Esperanza. "No importa", se dijo, y ordenó: "no perdais tiempo caballeros, encontrad una bella dama para alegrar mis noches y entibiar mi alma".
Yo ya entendí. No cambio más de mujer ni de auto. (pero una canita al aire..)
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