La manera más eficaz de extraviar un libro es utilizarlo para compensar la renguera de un mueble, para apoyar una taza o para tapar el portarretrato de un ser querido transitoriamente indeseable.
9 comentarios:
Alberto
dijo...
Coloqué un libro de poesía sobre el retrato de ella. El libro se extravió de amor. Le leyó sus mejores poemas. Intentó velarla durante la noche. Ella, desde su retrato, seguía sonriendo. No se le movió ni un pelo.
Traté de tapar su retrato con un libro, pero él soplaba el libro y sonreía triunfante. Utilicé un libro mucho más pesado, y entonces él subía dentro de su retrato, hasta colgarse del techo. Di vuelta su retrato y lo sostuve contra la pared con un grueso diccionario, pero él salío del retrato, atravesó la pared, y se acostó en mi cama.
La verdad es que no soportaba más que se me moviera la mesa de la cocina. Tomé un librito que anunciaba en su tapa "La interpretación de los sueños", y como me pareció un tema muy poco práctico, de escasa utilidad y trascendencia, lo coloqué debajo de la pata corta de la mesa. Ahora podía tomar el café por las mañanas sin que se volcara. Sentí que de esa forma mi manera de despertar era más firme y menos temerosa. Pasaron las semanas y comencé a envalentonarme. Esa nueva sensación de seguridad que experimentaba me animó a hacer algo que nunca antes hubiese imaginado: me atreví a leer la borra del café. El primer día leí el significado premonitorio del sueño que había tenido anoche. Debía jugar porque una gran alegría se avecinaba. Así lo hice y saqué el primer premio. Nunca había ganado nada en mi vida, así que tenía más deseos de volver a acertar que de gastar el dinero. Casi no pude dormir, hasta que por fin llegó la mañana y pude volver a leer la borra del café. Está vez me decía que iba a tener una pérdida importante. Inmediatamente me embargó la angustia. Pensé en familiares y amigos, en la novia de la infancia, en mi prima Clara. Sólo pude pensar en la muerte. No se me ocurrió que pudiera perder las llaves o plata en el Casino. El día transcurrió lleno de oscuros presagios, pero nada -aunque revicé el obituario- Me fui a dormir con una enorme inquietud, pero desperté como todas las mañanas, aunque no puedo negar que tuve cierto temor a la hora de preparar el café. Me quemé porque lo tomé de un trago. Ansioso esperé que se formara el dibujo de la borra. El mensaje era claro, me volvía a decir nuevamente que iba a tener una gran pérdida. No sé por qué en ese momento se me ocurrió mirar para abajo. Qué terrible! el libro ya no estaba.
Sin querer apoyé la taza sobre el libro más querido de mi padre. Inmediatamente se formó sobre la tapa de cartón una aureola redonda, semejante a un sol enorme, como los que desaparecen detrás del mar en la playa. Mi padre se aproximó y me acarició la cabeza, pero vio su libro manchado. Nos miramos un instante. Algo le dijeron mis ojos, porque volvió a acariciarme.
Soy bastante descuidado, así que apoyar la taza del café con leche sobre mis libros, era para mí algo común, algo en lo que jamás habría reparado. Mientras estudiaba me llamaron al celular, el que para mi mala suerte estaba junto a la taza, y como era de esperar la volqué y empecé a las puteadas. Cuando me pasan ese tipo de accidentes cotidianos, le pongo la correa a mi perro y me saco a pasear. Es una buena táctica, y así lo hice. Volví después de una hora a enfrentarme con el pequeño desastre, pero los libros no se encontraban en la mesa sino sobre mi repisa, donde estaban antes que empezara a estudiar. Busqué la taza y la encontré en la cocina, limpia sobre el escurridor. Sé que esto parece un cuento, pero fue así, aunque en realidad no espero que me crean. Menos aún si les digo que en ese momento miré el reloj y descubrí que se había parado dos horas antes.
Muy poético todo, pero la verdad que los libros están siendo un problema de guardado. Nadie los compra usados con esto de internet. Son épocas de transición y de quedarse coin los realmente valiosos. Pero es todo un tema deshacerse de ellos...
9 comentarios:
Coloqué un libro de poesía sobre el retrato de ella. El libro se extravió de amor. Le leyó sus mejores poemas. Intentó velarla durante la noche.
Ella, desde su retrato, seguía sonriendo. No se le movió ni un pelo.
Los libros extraviados huyen de la hoguera que el miedo feroz, les tiene preparada.
Traté de tapar su retrato con un libro, pero él soplaba el libro y sonreía triunfante.
Utilicé un libro mucho más pesado, y entonces él subía dentro de su retrato, hasta colgarse del techo.
Di vuelta su retrato y lo sostuve contra la pared con un grueso diccionario, pero él salío del retrato, atravesó la pared, y se acostó en mi cama.
La verdad es que no soportaba más que se me moviera la mesa de la cocina. Tomé un librito que anunciaba en su tapa "La interpretación de los sueños", y como me pareció un tema muy poco práctico, de escasa utilidad y trascendencia, lo coloqué debajo de la pata corta de la mesa. Ahora podía tomar el café por las mañanas sin que se volcara. Sentí que de esa forma mi manera de despertar era más firme y menos temerosa.
Pasaron las semanas y comencé a envalentonarme. Esa nueva sensación de seguridad que experimentaba me animó a hacer algo que nunca antes hubiese imaginado: me atreví a leer la borra del café. El primer día leí el significado premonitorio del sueño que había tenido anoche. Debía jugar porque una gran alegría se avecinaba. Así lo hice y saqué el primer premio. Nunca había ganado nada en mi vida, así que tenía más deseos de volver a acertar que de gastar el dinero. Casi no pude dormir, hasta que por fin llegó la mañana y pude volver a leer la borra del café. Está vez me decía que iba a tener una pérdida importante. Inmediatamente me embargó la angustia. Pensé en familiares y amigos, en la novia de la infancia, en mi prima Clara. Sólo pude pensar en la muerte. No se me ocurrió que pudiera perder las llaves o plata en el Casino. El día transcurrió lleno de oscuros presagios, pero nada -aunque revicé el obituario-
Me fui a dormir con una enorme inquietud, pero desperté como todas las mañanas, aunque no puedo negar que tuve cierto temor a la hora de preparar el café. Me quemé porque lo tomé de un trago. Ansioso esperé que se formara el dibujo de la borra. El mensaje era claro, me volvía a decir nuevamente que iba a tener una gran pérdida. No sé por qué en ese momento se me ocurrió mirar para abajo. Qué terrible! el libro ya no estaba.
Sin querer apoyé la taza sobre el libro más querido de mi padre. Inmediatamente se formó sobre la tapa de cartón una aureola redonda, semejante a un sol enorme, como los que desaparecen detrás del mar en la playa.
Mi padre se aproximó y me acarició la cabeza, pero vio su libro manchado. Nos miramos un instante. Algo le dijeron mis ojos, porque volvió a acariciarme.
Soy bastante descuidado, así que apoyar la taza del café con leche sobre mis libros, era para mí algo común, algo en lo que jamás habría reparado. Mientras estudiaba me llamaron al celular, el que para mi mala suerte estaba junto a la taza, y como era de esperar la volqué y empecé a las puteadas.
Cuando me pasan ese tipo de accidentes cotidianos, le pongo la correa a mi perro y me saco a pasear. Es una buena táctica, y así lo hice. Volví después de una hora a enfrentarme con el pequeño desastre, pero los libros no se encontraban en la mesa sino sobre mi repisa, donde estaban antes que empezara a estudiar. Busqué la taza y la encontré en la cocina, limpia sobre el escurridor.
Sé que esto parece un cuento, pero fue así, aunque en realidad no espero que me crean. Menos aún si les digo que en ese momento miré el reloj y descubrí que se había parado dos horas antes.
No conviene dejar los libros mucho tiempo boca abajo. He comprobado que en esos casos se extravían porque empiezan a decir necedades.
Miré el libro con la mirada extraviada, mantuve el patetismo de mi mirada. Inútil. Él ni se inmutaba.
Muy poético todo, pero la verdad que los libros están siendo un problema de guardado.
Nadie los compra usados con esto de internet.
Son épocas de transición y de quedarse coin los realmente valiosos.
Pero es todo un tema deshacerse de ellos...
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